La noticia que asombra al mundo es la llegada del ChatGPT y los alcances que esta tecnología pueda tener en áreas como la educación y los medios de comunicación. ¿Quién escribió esta columna?
Esta columna podría haber sido escrita por una Inteligencia Artificial (IA) y usted no lo habría notado. Esa es la noticia que asombra al mundo de la tecnología con la llegada del ChatGPT, una forma robótica de comunicación casi imperceptible, capaz de producir sentido y usar el lenguaje en niveles similares o incluso superiores a los de los humanos.
Su utilización podría facilitar nuestras vidas al reducir tiempos y esfuerzos con un resultado igual o mejor que el que podríamos obtener de manera “natural”. Pero ¿Cuáles son los debates éticos y sociales que se abren con la implementación de esta tecnología?
El ChatGPT es un chatbot que utiliza IA para interactuar de manera profunda y podríamos decir que racional. Brinda respuestas no convencionales, capaces de suscitar un diálogo fluido y único en el que las interacciones dependen del albedrío de los dos participantes. Es decir, no es un “bot” que arroja unas opciones como respuesta. Va mucho más allá y promete reemplazar la interacción humana.
Esta tecnología cambiará la forma como las personas se relacionan con los desarrollos. Normalmente, la tecnología automatiza procesos, sin embargo, en esta ocasión podríamos decir que se está buscando automatizar procesos intuitivos y racionales. Además, está disponible a un clic de distancia, las personas solo deben ingresar a la página oficial, registrarse y listo: tendrán a la creación de textos en diferentes formatos como guiones, poemas, chistes, artículos, cartas de amor o despecho con el tono que se prefiera.
Pero abramos el debate sobre ejes de importancia que son tema de preocupación; el primero tiene que ver con la veracidad de la información. Actualmente la inteligencia está diseñada para responder y crear a demanda. Esta dinámica supone un resultado supeditado a los deseos del usuario y al contenido disponible, lo que genera una segmentación sobre el tipo, el formato y la veracidad de la información sobre la cual la IA se apalanca y produce conversaciones. ¿Quién determina qué es información falsa y qué no? ¿Existen consensos sobre qué es verdad y qué no?
Un segundo debate es el impacto social. Las carreras académicas y profesionales relacionadas con la escritura se pueden ver gravemente afectadas, no solo a nivel competitivo, también a nivel individual al reducir su capacidad creativa. Al ser una herramienta a disposición de estudiantes, también puede afectar el proceso de aprendizaje al limitarlo a una petición y producto final.
Por último, el control y la regulación sobre su alcance. La capacidad de desarrollar e implementar esta tecnología está marcada por aspectos como su acceso, la relación de estos desarrollos con los modelos productivos, las capacidades laborales y educativas, y cómo asumir el cambio por parte de la sociedad.
Surgirán muchos más debates, un proceso propio de los retos que trae evolucionar como sociedad y buscar un equilibrio adecuado entre la tecnología y las capacidades humanas. La experiencia nos ha enseñado que la tecnología es nuestro aliado y que la automatización de procesos permite que los seres humanos concentren sus esfuerzos en generar valor. Nuestra responsabilidad no es resistirnos al cambio, sino construir las transiciones responsables.
Y si se preguntan en esta oportunidad quién escribió esta columna, todavía puedo decir que un humano: Yo.
Por: Ana Karina Quessep Alcové*
*La autora es presidente ejecutiva de la Asociación Colombiana de BPO y miembro de Women In Connection.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.
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