En Colombia las energías renovables son una realidad y avanzan con fuerza. Sin embargo, se requieren ajustes normativos que permitan nivelar la cancha para que sean de acceso de todos. Así está el panorama.

Un sabio dicho plantea que ‘la función de la juventud en cualquier época es representar el siguiente paso de la civilización’. Las energías renovables conforman una industria joven, que aporta una amplia gama de oportunidades para garantizar la sostenibilidad y la seguridad energética, acelerando una transición hacia las energías limpias que es inminente en Colombia y en el mundo.

El país tiene un gran potencial de recursos para atender las necesidades energéticas de los colombianos, no sólo para los hogares e industrias conectadas a la red, sino para llevar soluciones limpias y competitivas a las regiones apartadas, facilitando la inclusión del casi 3% de quienes no están conectados a la red.

Según análisis de la Asociación de Energías Renovables Colombia, el país tiene un potencial de energía solar y eólica que equivale a más de tres veces la actual capacidad instalada de generación eléctrica; además de contar también con recursos geotérmicos y biomasas. Esto muestra un panorama amplio para diversificar la canasta energética del país.

De hecho en Colombia las energías renovables avanzan con paso firme; 13.000 Megavatios (MW) ya tienen punto de conexión aprobado y, sumado a ello, la Unidad de Planeación Minero Energética (UPME) recientemente adjudicó 8.000 MW más de Fuentes No Convencionales de Energía Renovables (FNCER). De hacerse realidad estos proyectos, podría atenderse el consumo energético de 11,4 millones de colombianos, el 22% de la población.

Ahora bien, la puesta en marcha de estas inversiones en renovables requiere articulación con el Gobierno Nacional y las autoridades regionales y locales, para facilitar los procesos de consultas previas, permisos, licencias y la aceptación de los proyectos en las regiones.

Lo anterior fomentando espacios de diálogo entre las comunidades vecinas, las autoridades, las empresas y, en general, de todos los actores que hacemos parte de los proyectos de energías renovables. Esto permitirá alcanzar el objetivo común del desarrollo económico socialmente sostenible.

También se requieren ajustes normativos para nivelar la cancha en el mercado mayorista de energía a medida que se masifique la entrada de fuentes renovables, así como impulsar mecanismos de contratación de energía a largo plazo que blinden a los usuarios y a los generadores de la volatilidad de precios del mercado.

De otro lado, la transición de la oferta energética tiene sentido en la medida que cambien los hábitos de los consumidores.

Es importante que los usuarios sean partícipes directos de la transición energética, pues son ellos quienes pueden adoptar acciones de ahorro energético, movilidad eléctrica e implementar soluciones de autogeneración de energía, como techos solares o la creación de comunidades energéticas.

Las energías renovables son el presente y el futuro, por eso seguiremos avanzando en el perfeccionamiento de los procesos y la regulación para que la transición energética sea una realidad en el menor tiempo posible.

Por: Alexandra Hernández Saravia*
*La autora es Presidenta Ejecutiva de SER Colombia.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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