En Colombia se cree que el éxito dependen del esfuerzo y el mérito, pero se ignora que a veces los privilegios y oportunidades pueden estar influenciados por factores como el racismo. ¿Por qué?

“El privilegio ciego, porque es la naturaleza del privilegio cegar”, Chimamanda Ngozi Adichie.

 Las desigualdades económicas y raciales generan divisiones y tensiones, obstaculizan el desarrollo social y económico, perpetuando ciclos de pobreza y exclusión. Reconocer el privilegio racial, implica aceptar que algunas personas tienen ventajas y oportunidades simplemente por pertenecer a un grupo racial dominante. 

Esta idea es incómoda y desafía la propia percepción del mérito y esfuerzo individual. En sociedades como la colombiana, la idea del mérito y el esfuerzo individual está arraigada en la creencia de que el éxito y los logros individuales se deben únicamente al esfuerzo personal y a las habilidades individuales. Sin embargo, reconocer el privilegio racial implica reconocer que el éxito y los beneficios obtenidos pueden estar influenciados por factores sistémicos y estructurales como el racismo.

A propósito del mes en donde se conmemora la afrocolombianidad, es una oportunidad para cuestionarnos sobre por qué pasan años, gobiernos, leyes, y en los territorios con alta influencia étnica aún es muy difícil romper estos escenarios de pobreza, sobre todo, para las comunidades negras. En la actualidad, los sistemas que más profundizan brechas de inequidad en las poblaciones afrocolombianas son el sistema educativo, el sistema político y de representación, así como también el sistema laboral. 

Sin embargo, aún la inclusión de los afrocolombianos en las múltiples instancias es de estética y no de verdaderas acciones de transformación de condiciones de desigualdad. De ahí que, si la inclusión se limita a una mera apariencia externa como tener personas afrodescendientes por imagen y sin poder de decisión en espacios de liderazgo de manera temporal o en campañas publicitarias, pero no se abordan las desigualdades y barreras sistémicas que enfrentan estas comunidades, no es posible un cambio real.    Para muchos es retórica, pero históricamente los territorios con alta influencia étnica, como las zonas ribereñas del pacífico colombiano o las zonas rurales del caribe colombiano, han sido segregadas del contexto nacional y excluidas de las dinámicas económicas del país.  

Lo que al mismo tiempo ha generado altos indicadores de debilidad institucional que han desencadenado entre otras cosas, en la corrupción como uno de los principales desafíos que enfrentan estos territorios. Es por esto que, a partir de aquí se gesta todo el atraso social y económico que genera las condiciones de exclusión y marginalidad en términos de salud, educación, condiciones de seguridad, en estos territorios. 

Por eso, se pensaría que si la condición étnico-racial es un factor preponderante en la explicación de las desigualdades entre afrodescendientes y no afrodescendientes en Colombia, la aplicación de políticas  antirracistas y de diferenciación positiva o acción afirmativa,  debe permitir  eliminar las privaciones que limitan el goce efectivo de los derechos humanos y las libertades fundamentales, en condiciones de igualdad de esta población e impulsado  el mejoramiento de la calidad de vida de los afrocolombianos  más pobres. 

Estamos en un momento de transformaciones sociales, de transformación de narrativas, que deben comenzar por entender que como Estado no hemos querido reconocer cosas básicas y mínimas, como los grandes desafíos en materia económica de las personas afrocolombianas que contrastan con los múltiples potenciales de los territorios donde viven o provienen. 

Para el caso del pacífico, que además de su biodiversidad y cultura, su ubicación privilegiada la convierte en una plataforma logística para un país como Colombia.  Por eso generar desarrollo aquí mínimamente implica impulsar procesos de formación y oportunidades que permitan el aprovechamiento de este potencial.  Entender que, en el caso del caribe, el no reconocimiento de los derechos territoriales para las comunidades afrodescendiente, perpetua una historia de despojo y discriminación y refuerza las desigualdades raciales, lo que les limita el acceso a recursos naturales, servicios básicos, infraestructuras y oportunidades económicas.  Hablar de escenarios de productividad económica sostenible en los territorios de las comunidades negras es fundamental en la actualidad.  

Generar movilizaciones que permitan de la mano de todos los sectores del Estado, generar alternativas económicas que no estén basadas principalmente en el extractivismo o enclaves, sino desde la innovación social en lo económico articulado con lo cultural, ambiental y político.  Es un momento para pensar en sistemas educativos que valoren y respeten la diversidad cultural y promuevan oportunidades de aprendizaje para todos.  También para movilizar la implementación de políticas que promuevan la equidad en el acceso a crédito y financiamiento, así como la inclusión en cadenas de valor y oportunidades comerciales. Han sido muchos años de promesas y esperas, este es un momento crucial para la transformación de la vida de las personas afrocolombianas en el país.

Por: Audrey Mena*
*La autora es es abogada con maestría de la Universidad de Notre Dame y doctora en derecho de la Universidad del Rosario, con experiencia en temas de derechos étnicos colectivos y derechos culturales. Actualmente es la directora general adjunta de ILEX Acción Jurídica.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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