Aunque el ministro de Hacienda Ricardo Bonilla ha dicho que el rebote de la economía colombiana después de la recesión de 2020 se agotó y “hoy estamos viviendo una desaceleración aunque nadie prevé una recesión en 2023”, su antecesor, José Antonio Ocampo, señaló que el crecimiento del 0,3% en el segundo trimestre indica que la […]

Aunque el ministro de Hacienda Ricardo Bonilla ha dicho que el rebote de la economía colombiana después de la recesión de 2020 se agotó y “hoy estamos viviendo una desaceleración aunque nadie prevé una recesión en 2023”, su antecesor, José Antonio Ocampo, señaló que el crecimiento del 0,3% en el segundo trimestre indica que la economía “está en franco estancamiento y que es urgente que el gobierno adopte una política de reactivación”.

Y es que detrás del crecimiento de 0,3% del segundo trimestre hay dos hechos que preocupan a los analistas: la contracción de doble dígito de la inversión (-24%) y los números rojos que muestran cinco sectores clave de la economía: industrias manufactureras (-4%), construcción (-3,7%), comercio al por mayor y menor (3,2%), agricultura y ganadería (-1,4%) y actividades profesionales científicas y técnicas (-0,2%).

“Es urgente que se ponga en marcha una ambiciosa estrategia de reactivación”, señaló el ex ministro Ocampo en una reciente columna en la que además señaló los elementos de dicho plan: 

El primero es una reducción de la tasa de interés del Banco de la República, obedeciendo la decisión de la Corte Constitucional en 1999, la cual señaló que el Banco no puede ignorar el empleo y la actividad económica. 

El segundo es mejorar la ejecución de la inversión pública, en especial de los sectores que se encuentran rezagados, como el transporte, la vivienda social y el sector agropecuario. 

El tercero es una política ambiciosa para promover las exportaciones no tradicionales, como parte de la política de reindustrialización que coordina el ministro Umaña.

En un reciente debate en el Senado, varios congresistas denunciaron una lenta ejecución del Presupuesto General de la Nación ($422,5 billones), aunque Bonilla explicó que la situación se explica por los procedimientos formales que debe cumplir el gobierno, sumado a que hay unos items que obligan a unas inflexibilidades como el sistema de participaciones y los compromisos del pago de la deuda.

El ministro señaló que a julio se ha comprometido ya el 58% del presupuesto, mientras que se espera que para cuando se reflejen ya los datos de agosto, en el mismo aparezcan los recursos relacionados con la adición presupuestal aprobada en la ley del cierre del año.

Sobre la cifra revelada por el Dane, Bonilla señaló que el crecimiento de 1,7% durante el primer semestre está en la senda de lo que se prevé para 2023 (entre 1,8% y 2%).

“Tenemos que actuar sobre el sector de la construcción, obras civiles y vivienda, que tienen el negativo más alto y sobre el cual hay que hacer la recuperación económica, aunque también debemos avanzar en la recuperación del tejido industrial y el fortalecimiento de la agricultura”, señaló. 

Sin embargo, después de conocerse la cifra de crecimiento del segundo trimestre, trascendió que el presidente Gustavo Petro les dio un jalón de orejas a varios ministros por la lenta ejecución presupuestal. Incluso fue más allá y advirtió que el que no mejore la ejecución en un mes, se tiene que ir del gabinete.

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“Es el consumo, estúpido”

Pero más allá de los problemas de ejecución presupuestal y contracción de las exportaciones (13,6% en el primer semestre, según el Dane), los analistas coinciden en que 2023 será un año de sacrificio en materia de crecimiento con el fin de que la inflación puede encauzarse y converger hacia niveles de un dígito. 

A juicio de Munir Jalil, gerente de investigaciones de BTG Pactual, el “sacrificio” es necesario ya que le ayudará a la política económica a “matar dos pájaros de un solo tiro”: la inflación y el déficit del sector externo, que venía disparado y comenzará a mostrar una corrección por cuenta de una menor demanda agregada.

Jackeline Piraján, economista de Scotiabank Colpatria, subrayó que 0,3% es la tasa de crecimiento más baja desde el principio de 2021 y obedece a un contexto en el que los hogares están bajando su consumo, lo que se está reflejando en contracciones significativas en las ventas minoristas y mayoristas y contracciones en la proyección industrial.

“Nos estamos comparando con un periodo del 2022 en el que todavía teníamos días sin IVA y en el que la inflación no estaba tan alta y en el que los hogares tenían todavía una capacidad de consumo relevante”, señaló Piraján y subrayó que el consumo, sobre todo de bienes  semidurables como la ropa o durables como los electrodomésticos, vehículos y demás, está bastante deprimido por los costos de crédito y el contexto de alta inflación. 

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Desde el punto de vista sectorial o de la oferta, señaló que algunas industrias durante este periodo prefirieron dejar de producir empezando a reducir inventarios, dados los costos que se presentaban en el precio de algunos insumos.

“Colombia se está desacelerando y tal vez eso era lo que se estaba buscando con el incremento en las tasas de interés, que los hogares bajaran su carga financiera, que moderaran su consumo, y eso lo refleja el dato de crecimiento económico de hoy”, concluyó.

Por su parte, Wilson Tovar, gerente de Investigaciones Económicas en Acciones & Valores, dijo que el crecimiento de 2,3% en el gasto del gobierno es bajo y debería ser mayor para compensar el enfriamiento de la economía cuando se tiene una tasa de interés y una inflación bastante elevadas.

“La caída el 22% en la inversión privada nos indica que los empresarios no se arriesgan a invertir en 2023, en parte por la incertidumbre que desde el mismo gobierno se genera cuando se están pasando unas reformas que llevan a los empresarios a posponer la toma de decisiones”, señaló.