El reclutamiento exitoso no garantiza que la adaptación del nuevo colaborador lo sea. La forma en la que se realiza la inducción (onboarding) para que este aprenda todo sobre la compañía será clave.

Hace unos días tuve la oportunidad de ir a esquiar por primera vez en Valle Nevado Chile, fue una experiencia absolutamente extraordinaria, pero nunca me imaginé que me iba a enseñar tantas lecciones.  Y es que en cada caída, de las 2.000 que me di, aprendía algo nuevo que me permitía reflexionar sobre mi vida. Debo decir que las mayores reflexiones que tuve fueron alrededor del proceso de onboarding en las empresas, mi empresa se dedica a capacitar a los colaboradores de organizaciones, entonces este es un tema de permanente conversación en mi día a día, es por eso que casi todas mis reflexiones se relacionan al tema.

En todo caso, vamos por partes para llegar a explicarles qué tiene que ver esquiar con hacer onboarding en una empresa. Lo primero es entender que el término onboarding hace referencia al proceso de entrenamiento e inducción que recibe un nuevo colaborador en una empresa cuando es contratado.

Normalmente las empresas tienen diseñados, en diferentes medidas de sofisticación, procesos para presentar la organización, los procedimientos y por supuesto las funciones al nuevo integrante del equipo. Estos procesos pueden ser muy buenos y hacer que la adaptación del colaborador sea positiva, o pueden ser muy escuetos y hacer que el colaborador entre en una etapa de ansiedad al tener que figurar por su cuenta como funcionan las cosas al interior de su nueva organización.

En todo caso, los procesos de onboarding son más importantes de lo que creemos en todo tipo de empresas. Desde las microempresas, startups de base tecnológica, grandes corporativos, el problema que se ocasiona con los equipos de trabajo cuando un proceso de onboarding no es apropiado: es la desmotivación, rotación del personal, baja productividad, falta de alineación con la cultura organizacional, tiempo de adaptación prolongado, baja productividad, mala reputación de la empresa y dificultades de retención a largo plazo.

Por supuesto que todos los días me enfrento con diferentes clientes con los que hablamos sobre sus procesos de onboarding y como hacerlos mejores, pero nunca había vivido en carne propia de manera física lo que un mal onboarding (ya sea por un proceso mal diseñado de la empresa, o porque el colaborador no siguió el procedimiento en los tiempos determinados) puede llegar a causar. Tuve una lección que me dolió mucho, literalmente hablando, que me tiene más convencida que nunca de la necesidad de tener los mejores procesos de onboarding del mundo. 

Volvamos a mi experiencia de esquí en Chile. Mi amiga y yo nunca en la vida habíamos tenido la oportunidad de esquiar, así que nos anotamos para clases con un instructor que nos preguntó si estaba bien que hiciéramos la clase con un grupo de brasileños en portugués. A pesar de que ninguna de las dos habla portugués, estábamos apuradas por empezar y pensábamos que los idiomas eran similares, así que aceptamos. Luego de tener la inducción teórica, pasamos a la parte práctica en donde empezamos en una mini montaña que tenía muy poca inclinación, esta era la ideal para practicar las cosas básicas como la posición, como poner y quitarse los esquís, y demás conceptos básicos que nos enseñaron. 

Nos estaba yendo muy bien, hasta que se daño la maquina que te lleva a la cima de la montaña (aunque era levemente inclinada se requiere de ayuda para subir nuevamente a la cima), así que el instructor sugirió ir a una montaña que también era de principiantes pero era un poco más larga. 

En esta segunda el objetivo era aprender a frenar y a hacer giros con los esquís, el instructor recomendó tirarnos muchas veces de esta pista para poder tener las habilidades necesarias 100% dominadas. Mi amiga y yo no seguimos las instrucciones, y nos tiramos varias veces, pero definitivamente no tantas como necesitábamos. Ella y yo decidimos que ya teníamos dominado todo lo que necesitábamos para ir a una pista larga, de esas donde se veía la gente esquiando a toda velocidad desde la góndola que nos subía por la montaña.  Así que cometimos un error, que espero nunca volver a cometer, decidimos ir a la pista verde que era ya no era una pista de entrenamiento, sino una pista nivel básico, pero de verdad verdad. 

Pues empecemos por imaginar que mi amiga y yo no sabíamos la diferencia entre una pista de entrenamiento y una pista de verdad, verdad. O sea, que ni siquiera sabíamos a lo que nos íbamos a enfrentar, mucho menos sabíamos cuantos kilómetros de largo tenía, y lo que menos nos imaginábamos es que una vez entráramos, no había otra manera de salir que bajando autónomamente, no hay nadie que te ayude, carritos que acercan, ni escaleras en caso de emergencia. 

Debo decir con franqueza que ahora sí , más que nunca, me queda aprendida la lección de lo que vale, importa y significa un buen proceso de onboarding. Me caí más de 80 veces, demore 3 horas bajando una montaña que las persona se demoran  10 minutos si acaso, llegue a un punto de desesperación donde mi única alternativa fue quitarme los esquís y bajar la montaña a pie. Mi amiga logró figurar como esquiar sentada, que definitivamente no era la idea, y al igual que yo llegó al punto de la desesperación y la llorada. Aunque pensábamos que íbamos a necesitar un helicóptero de rescate, logramos terminar y bajar por nuestra cuenta.

Otro muchacho que estaba en el tour con nosotras nos preguntó cómo nos fue y por supuesto preferimos no responder, así que más bien le devolvimos la pregunta. El nos dijo que le fue super bien y que logró hacer cuatro pistas de las de verdad verdad, y que había practicado mínimo 50 veces en las pistas de prácticas, nosotras practicamos si acaso cinco veces en la de práctica. Aquí llegó mi momento ‘ajá’, de entender la diferencia en los resultados de acuerdo al procesos de onboarding.

Él tuvo un día espectacular y nosotras estuvimos frustradas y con ganas de solicitar un helicóptero de emergencia. Pero como siempre, me encanta sacarle lo bueno a las experiencias y esta no iba a ser la excepción. 

Del afán no queda sino el cansancio, hoy más que nunca estoy de acuerdo. Tanto para aprender a esquiar, como para aprender la cultura, procesos, y funciones dentro de una nueva empresa, se necesita de un proceso que requiere tiempo y que debe cumplirse a cabalidad, con detalle y sin afán. Sobre todo en pleno 2023, en donde las empresas necesitamos hacer un gran proceso de reclutamiento y sobre todo de retención de centennials, la necesidad de evitar la frustración innecesaria es toda. 

Por: Karen Carvajalino
Twitter: @LasCarvajalino

*La autora es psicóloga y cofundadora The Biz Nation, una plataforma de educación virtual enfocada en emprendimiento, tecnología y habilidades para los trabajos del futuro. 

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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