La descomposición de sistemas partidarios y políticos, debilitados por la polarización y la canalización de la demanda de seguridad, están llevando al mundo a un punto de inflexión. Expertos hablaron con Forbes para explicar cómo hacerle frente y volver a una senda de crecimiento basada en la cooperación internacional.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) acuñó el término ‘globalización fragmentada’ para referirse a las tendencias de menor cooperación en focos de poder global. Con la incertidumbre radical que azota a varias naciones y sus muchas transformaciones en el ámbito geopolítico, que muchos expertos y mandatarios, incluyendo al presidente Gustavo Petro, han llamado ‘policrisis’, vislumbran un escenario de confrontación que va de la mano con cambios tecnológicos de implicaciones radicales como la inteligencia artificial (IA). El mundo ya no es el mismo que hace 10 años.

A eso hay que sumarle que el crecimiento económico mundial ha ido bajando, y del promedio anual de 4-5% que veíamos antes de la crisis de 2008, la cifra cayó a 3%. Ahora, luego de la pandemia y la desaceleración económica generalizada que sufre el planeta este año, las expectativas están por debajo de 2% gracias a la probabilidad de que las tasas de interés de los bancos centrales no bajen rápidamente.

¿Cuál es la gran novedad? Para el profesor de Políticas Públicas del London School of Economics (LSE), Michael Reid, el hecho de que China muestre señales de una ralentización fuerte, sufriendo incluso deflación, puede llevar a un estancamiento estructural. “La acumulación de deudas en propiedades y construcción, y el hecho de que Xi Jinping no quiera usar estímulos sino mostrar una economía sólida, enfrenta un problema demográfico con el poco crecimiento de la población laboral.”, explicó.

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Por su parte, la directora del Programa Asia y América Latina de Diálogo Interamericano, Margaret Myers, detalló que los bancos chinos no tienen los fondos de antes, mientras que empresas tienen que pensar en el riesgo con mucha más urgencia, lo que se percibe en tendencias de inversión y financiamiento en compañías de seguros. “China intenta reorganizar y repensar las instituciones globales, así como reconfigurar los sistemas tradicionales, aunque se ha beneficiado de ellos en el ámbito comercial”, dijo. 

Al mismo tiempo, el costo de la fragmentación de actividades como el comercio global puede ser de 0,2% del PIB e incluso de 7%, pasando de una coyuntura fragmentada a una mucho más difícil. Según la presidenta de Corficolombiana, María Lorena Gutiérrez, el choque puede equivaler al PIB de Alemania y Japón, implicando además un fuerte descenso de cooperación internacional en un mundo mucho más propenso a shocks económicos.

Otra incertidumbre viene desde EE.UU. y la posibilidad de que el expresidente Donald Trump vuelva a ocupar la Casa Blanca. Con su regreso, Reid recalcó que el futuro de las alianzas de Occidente estaría en entredicho, impactando negativamente en regiones que aún están sufriendo secuelas de la pandemia, como América Latina.

Esto tendría consecuencias duras, como el incremento de la pobreza en América Latina, justo en un momento donde se estima crecimiento de 1,6%, acrecentando el problema de fondo que ha representado el bajo crecimiento de casi una década, cuyo promedio fue de 0,9% con el fin del boom de las materias primas en 2014. Si bien esa falta de crecimiento no es todo, sí es vital para que la región avance, pues se ha convertido en una fuerte causa de descontento social, llevando a los niveles de desigualdad a un estado intolerable.

Las ventajas de Latinoamérica

Lo cierto es que podemos hablar de los retos económicos y sociales y hasta delincuenciales, así como la inestabilidad política, e incluso aún pagando la factura de la pandemia, pero los siguientes 10 o 15 años van a atestiguar una transición energética importante en el mundo, otorgando una ventaja competitiva importante para América Latina gracias a minerales críticos como con el cobre y el litio. He ahí el gran desafío.

“Creo que el reto como países de Latinoamérica consiste en aprovechar esa transición para justamente capitalizar y aprovechar ese cambio para generar mejor educación, mejor salud, y de alguna manera, volvernos más competitivos en este nuevo entorno mundial donde los principales activos van a ser el talento de nuestra población”, dijo el CEO del Grupo Credicorp, Gianfranco Ferrari.

Y es que es en la energía donde está el potencial clave de América Latina para posicionarse como jugador global. Para entender mejor las ventajas en este apartado, cabe tener en cuenta que un tercio del total de energía de la región es renovable, mientras que en el mundo la cifra solo llega a 13%. Al mismo tiempo, la riqueza en minerales no es el único factor, sino que la situación geográfica y lo que podemos hacer en energía eólica y solar también puede atraer la atención de las grandes economías.

A esto hay que sumarle un factor de urgencia importante. Según explicó el jefe de la unidad de América Latina y el Caribe del Centro de Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), Sebastián Nieto, de esa transición dependen los impuestos al medio ambiente, que en promedio regional son 1% del PIB. Además, los ingresos de petróleo y gas siguen siendo importantes, con 4% del PIB en promedio para la región.

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“Esa agenda demanda mejores alianzas internacionales y generar estrategias con el sector privado para responder a los retos de cambio climático (…) Es ahí donde necesitamos acompañamientos en materia de competencias e inversión”, agregó.

Para el experto, el gran problema de la región es la deuda pública respecto a los impuestos. Y es que el endeudamiento sobre impuestos alcanza 400%, 150 puntos más que hace nueve años, después del boom de las commodities. De ahí que las prioridades de la región apunten a garantizar sostenibilidad fiscal y menor gestión de deuda pública, así como a mejorar aspectos como la productividad, institucionalidad, vulnerabilidad social y ambiental. Todo lo anterior está interconectado en un contexto global.

Con respecto a la productividad de economías emergentes, hay que decir que han ganado mayor proporción, pero Latinoamérica es “todo lo contrario”, pasando de 35% en 1995 a menos de 30% en la actualidad. Dicho indicador muestra que “no estamos en agenda de cadenas globales y competitividad internacional”.

“Latinoamérica recibe menos de 0,2% del PIB mundial. Al crear modelo de desarrollo sostenible, el crecimiento potencial del PIB per cápita es cercano a 0 5% en la región. Hay que jalonar motores sostenibles de crecimiento, evitar subsidios generalizados y gastar de forma más eficiente con mejor focalización en poblaciones más vulnerables”, dijo Nieto.

Por su parte, Gutiérrez detalló que la acción climática ampliada con medidas para reducir emisiones, mayores regulaciones como las taxonomías verdes, la minimización de combustibles fósiles y el aumento de financiación climática para naciones vulnerables pueden ayudar a que el papel de Latinoamérica sea fundamental frente al desarrollo que tiene el mundo. Según la ejecutiva, un par de ejemplo concretos apuntan al mercado de Estados Unidos y los suministros de Asia.

Las intenciones de China

China se hace relevante en este punto debido a las “tendencias de relación económica” que tiene con la región, en palabras de Myers. Basta con observar lo ocurrido en 2013 con la caída en precios de materias primas, además del aumento en inversiones chinas en infraestructura. Esto dio el pistoletazo de salida para la iniciativa Belt and Road, también conocida como la Nueva Ruta de la Seda.

Desde entonces, China emitió crédito para proyectos ferroviarios y manifestó su interés por internacionalizar su moneda y diversificar sus rutas de transporte. En ese proceso, pasaron cinco años hasta que, en 2018, Latinoamérica entra oficialmente en esta iniciativa durante el foro entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

La tercera fase de esta nueva estrategia llega con la pandemia de Covid-19, donde se ve un enfoque más centrado en tecnología, también conocido como la Ruta de la Seda digital, así como el fortalecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales con la región.

En el presente, la cuarta fase incluye tres tendencias, según la experta: la primera apunta a una desaceleración económica, cambios en la percepción de riesgo de bancos y empresas, además de un panorama político complejo en Latinoamérica; la segunda se centra en un enfoque en inversión y financiamiento chino en varios sectores; mientras que la tercera le apuesta a una localización a nivel administrativo de la actividad comercial china.

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“Esto es todo relacionado a innovación. Industrias como telecomunicaciones, IA, transmisión eléctrica y energías renovables, que China considera críticas para su crecimiento económico a futuro”, dijo Myers.

No obstante, la fuerte ola de gobiernos de izquierda que, a juicio de Reid, han operado de manera muy desestructurada, ha llevado a una descomposición de los sistemas partidarios y políticos, debilitados por la polarización y la canalización de la demanda de seguridad en perfiles como el presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Esto puede complicar las cosas.

Tanto así, que países como Chile, Colombia y Perú seguirán un camino de economías alternativas y políticas de libre mercado en los próximos años, aunque todos sufren de incertidumbre política y todos tienen presidentes “más o menos débiles”, de acuerdo con el analista.

“En el caso colombiano, Petro quería cambiarlo todo y no lo ha logrado, entonces ahora está a la defensiva. La pregunta es si intentará desestabilizar su propio gobierno, pero más allá de eso, el verdadero problema es que no hay formación de nueva generación de líderes”, concluyó.

La política importa mucho en las perspectivas económicas de Latinoamérica, pero hay que aprovechar su resiliencia. Se necesitan liderazgos, organizaciones y comunicación más efectiva para que los intereses de otras potencias globales se concreten. De lo contrario, pasaremos a ser un actor problemático dentro de un más que deficiente panorama global donde se depende en exceso de la cooperación para salir adelante.