Cada día estamos más conectados, pero al mismo tiempo más expuestos. Estamos dejando de prestar atención a asuntos más profundos y estamos siendo víctimas del algoritmo. ¿Cómo desintoxicarse?
Todos hemos sufrido de intoxicación digital. Es decir, de sobresaturación de tecnología: redes sociales, inteligencia artificial, internet de las cosas, etc.
Cada día estamos más conectados y nuestra información personal está al servicio de quienes manejan la data. No solo porque todo está digitalizado e interconectado, sino porque usan nuestra data para identificar nuestros intereses, debilidades, gustos e intimidades. Además, el algoritmo está diseñado para que nos conectemos más tiempo y consumamos ilimitadamente la información allí expuesta. Esto, por supuesto, afecta casi todos los aspectos de nuestro quehacer diario. Afecta a nuestros líderes empresariales y políticos. Afecta a nuestros hijos y muy especialmente a nuestras hijas (más adelante explicaré por qué). La sobresaturación de tecnología distrae nuestra atención y capacidad de enfocarnos cualitativamente en usa sola tarea y nos invita a la falacia del multi-tasking.
Johann Hari en su último libro, llamado Stolen Focus, toca este tema y lo aborda de manera reveladora. Si bien la falta de atención no es causada exclusivamente por la tecnología, sí es exacerbada por ella y nuestros teléfonos móviles son el detonante. La falta de foco tiene efectos preocupantes en quienes tienen el poder de tomar decisiones que impactan a la sociedad en su conjunto. Los ciudadanos, por su parte, también están dejando de prestar atención a los asuntos profundos e importantes y se están dejando convencer por “verdades alternativas” motivadas por el miedo y el odio. No en vano hoy más que nunca estamos viendo una preocupante crisis de liderazgo y estamos viviendo la peor crisis de la democracia desde la década de los años 1930.
Los líderes no solo son cada vez más mediocres y absurdamente obsesionados por la percepción que se tiene de ellos en las redes, el número de likes o el número de seguidores, sino que sus estrategias de “engagement” son precisamente el miedo, el escándalo y el odio. Se les olvida que su deber es servir a la sociedad y trabajar para que sus votantes puedan tener un mejor futuro.
Otro ejemplo vívido del impacto de la intoxicación digital lo vemos en los “nativos digitales”. En 2021 Frances Haugen, una ingeniera de Facebook, quiso testificar ante el Senado norteamericano para revelar los resultados de un estudio que se hizo al interior de la empresa que demostró el impacto que Instagram tiene sobre el comportamiento de los jóvenes. Resultados que naturalmente quiso esconder Zuckerberg. Pues revelaba los efectos devastadores que esta red social estaba teniendo en las niñas, puntualmente con respecto a desórdenes alimenticios, que las llevaban, en muchos casos, a quitarse la vida o bien por falta de autoestima o directamente por inanición.
Hari se obsesionó no solo por entender el porqué, sino por encontrar una solución a lo que él ha llamado una “enfermedad de espíritu”. Desde Moscú a Melbourne, entrevistó a más de 200 expertos en atención, a los mejores del mundo.
Su primera conclusión es que para salir del círculo vicioso no solo se requiere fuerza de voluntad, y si creemos que esa es la solución, estamos profundamente equivocados. No solamente es necesario cambiar nuestra manera de estar en este mundo, sino que urge que empecemos a hablar del tema y tomar acción a nivel normativo e institucional. Además de tratarse de un tema de vida o muerte, tiene todo que ver con el futuro de nuestra sociedad tal como la entendemos hoy.
Por: Marcela Prieto*
*La autora es vicepresidenta Asuntos Institucionales para Iberoamérica y EE.UU en Visión Américas Internacional. Miembro de Women in Connection.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.
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