Diez años de trabajo se fueron por la borda tras una mala decisión de negocios. El corazón de su empresa les dio una nueva oportunidad. Esta es su historia.
Montar una empresa en Colombia es un reto gigante, pero seguir construyendo un proyecto de negocio después de quebrarse es una gesta admirable. Así lo prueban Jorge Andrés Orozco y Cristy Martínez, una pareja de esposos, que tras alcanzar el éxito, tuvieron que afrontar una temporada de vacas flacas hasta encontrar un nuevo rumbo, uno por el que correrían juntos. Ellos son los fundadores de Corre Mi Tierra y JAO Marketing, y esta es su historia.
“Nosotros tenemos esta compañía desde el ’94 y empezamos siendo novios”, cuenta Orozco. En ese entonces se dedicaban a organizar eventos universitarios y luego ascendieron a las grandes ligas, con eventos para marcas y empresas reconocidas. Para aquella época habían puesto $5 millones para su negocio y hoy ya facturan más de $6.000 millones.
Diez años de trabajo los llevó a consolidar una empresa de eventos reconocida, pero ambicionaban salir del plano logístico y tener un rol más estratégico en sus negocios, lo que les llevó a incursionar en los proyectos de franquicia.
“Inicialmente hacíamos festivales en las universidades y después nos contrataron para manejar los grandes eventos del entonces nuevo Hipódromo Los Comuneros, también la Plaza de Toros, y otra serie de proyectos”, cuenta la pareja.
Esos eventos los lanzaron al mercado internacional, y fueron los encargados de replicar los lanzamientos de marcas como Diesel desde Francia en Venezuela, Ecuador y Colombia. Así dieron sus primeros pasos en el mundo de franquicias.
Le apostaron a comprar una firma de consultoría española, Tormo y Asociados, lo que parecía una inversión segura luego de varios estudios de mercado. Con lo que no contaban es que su modelo de negocio cambiaría tanto como para afectar su propuesta de valor: “nuestro negocio era tener muy poco clientes, pero generándoles mucho valor, y el negocio de esta consultora era lo contrario, tener muchos clientes y poco valor”.
“Fue como haber botado todo lo que habíamos ganado y que habíamos construido durante diez años”, recuerda Orozco. Lo más irónico, dicen, es que eran muy famosos por su trabajo y eran referentes en este mercado, pero estaban al borde de la quiebra, con dos hijos, cuentas por pagar y con el apoyo de familiares para superar la crisis.
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En el 2007, luego de mudarse de cada en tres ocasiones, sabían que no podían bajar más, ni entregarse a la caída libre. Martínez relata que por esas fechas contactaron a su esposo para un nuevo proyecto, pero no era lo que estaban buscando, era dar un paso atrás a donde habían comenzado: la organización de eventos. Le estaban ofreciendo encargarse de Disney On Ice en Medellín.
Su historia dio un giro radical. Y retomaron el camino e hicieron Disney On Ice en 2008.
Dos años después, de una conversación con un amigo (que luego sería el fundador de Tres Cordilleras surgió la idea de montar un evento musical que tuviera a su vez elementos deportivos. Ahí empezaban a darle forma a lo que sería una de las carreras más conocidas del país. Iniciaron con Vibra mi Tierra y Corre mi Tierra.
De 300 asistentes, cuando iniciaron, pasaron a 15 mil participantes (en Medellín, 2023). El negocio de las maratones se asemeja a un iceberg: la parte más visible es la de la carrera, en la que los participantes visten sus prendas deportivas y comparten historias en las redes sociales, mientras se cierran las calles a su paso. Pero en lo profundo, cada uno de estos eventos conlleva una logística y preparación que activan varios sectores de la economía.
“Se ha convertido en un ecosistema deportivo y de vida saludable, donde la marca que es Corre mi Tierra está en el corazón, pero de ahí salen una cantidad de inspiraciones para otros proyectos”, dice la pareja. Han creado líneas de negocio para la preparación previa a la carrera, así como para fomentar el deporte y un estilo de vida sano.
La carrera ha llegado a ser tan famosa que se han vuelto apalancadores del turismo, y en cada una de sus ediciones reciben visitantes extranjeros de más de 25 países.
Sumado a ello, la participación de marcas en el evento también es parte de su éxito. “Lo que aman las marcas de participar en Corre mi Tierra es que tienen la posibilidad de estar en cercanía con ese consumidor. Entonces no solamente hay branding y exposición de marcas, sino que hay degustaciones, la gente disfruta de las activaciones y de manera orgánica cada uno de esos 15.000 participantes comparten esas experiencias”, destaca Martínez.
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En el 2022, con sus ediciones en Medellín, Cali y Barranquilla, tuvieron un impacto económico cercano a los $20 mil millones y generaron más de 4.000 empleos entre directos e indirectos. Para este año, proyectan que estas cifras tengan un mejor comportamiento, con una derrama económica por $37 mil millones y alrededor de 2.750 empleos directos y 5.500 indirectos.
Únicamente en su próxima carrera en Bogotá, este 26 de noviembre, aspiran a un aporte económico de $10 mil millones y más de 7.500 participantes.