Los nuevos modos de transporte, como patinetas eléctricas y bicicletas con motor carecen de regulación y han aportado tristemente al escenario caótico que se vive en las calles de las principales ciudades. ¿Qué hacer?
En los últimos años hemos sido testigos de un retroceso doloroso en la cultura ciudadana en las vías. El irrespeto a las señales de tránsito se ha vuelto cotidiano, y hasta aceptado en muchas ocasiones por las mismas autoridades que con bajísimas capacidades operativas tienen que escoger a qué le prestan atención, en detrimento, muchas veces, de las violaciones al Código de Tránsito.
Los nuevos modos de transporte, como patinetas eléctricas y bicicletas con motor carecen de regulación y han aportado tristemente al escenario caótico que se vive en las calles de las principales ciudades del país. Esto, en sumado al deterioro de la malla vial, el aumento en del número de motos y la mala o nula señalización ha creado las condiciones para que la pandemia de la inseguridad vial se expanda por el país, y vivamos con el constante riesgo de morir en la vía.
Con tres directores distintos durante este gobierno y pese a contar con un presupuesto de $170 mil millones para este año y el Plan Nacional de Seguridad Vial (2020-2031) recién expedido (Decreto 1430 de 2022), la labor de la Agencia Nacional de Seguridad Vial no parecería tener un impacto significativo en las cifras de siniestros viales, ni ser la prioridad de este gobierno, lo cual no es una gran novedad.
Los dos últimos años han sido los peores en número de siniestros viales, de una problemática que lleva años creciendo. En 2022 murieron 8.264 personas y en 2021 la cifra fue de 7.270, un incremento del 23%, consolidándose como la segunda causa de muerte violenta en Colombia. De estas 22 personas cada día dejaron su vida en una vía 60% era motociclistas y 21% peatones. Los motociclistas víctimas son en su inmensa mayoría hombres jóvenes que se estrellan por exceso de velocidad y desatender las señales de tránsito, y son los principales victimarios de los peatones. Estos datos nos invitan a reflexionar sobre la necesidad de focalizar en estos dos grupos parte importante de las acciones.
Este fenómeno es equiparable a una “pandemia” causada por los seres humanos, en donde se debe buscar con sentido de urgencia parar las muertes y minimizar los riesgos y daños que son propios de la actividad de transportarse de un sitio a otro. Las pérdidas económicas son muy significativas, pero lo más grave son los años de vida saludable perdidos en un país que se está envejeciendo. Según los datos del Plan Nacional de Desarrollo la siniestralidad vial en 2021 tuvo un costo de casi $24 billones, esto 3,6 % del Producto Interno Bruto.
La iniciativa “Conduce a 50, vive al 100” emerge como una propuesta sencilla pero poderosa, respaldada por múltiples organizaciones de la sociedad civil. La premisa es clara: conducir con cuidado salva vidas y permite disfrutar de una vida plena. En ciudades como Bogotá en donde manejar es una suerte de carrera de obstáculos, los conductores requerimos de mucha pericia, pero también de mucha paciencia. Reducir la velocidad a 50 km/h es un gesto aparentemente pequeño, pero con un impacto enorme.
El Día Mundial de las Víctimas de Siniestros Viales, que se conmemora esta semana es una oportunidad invaluable para poner los ojos sobre este grave problema. Es un llamado a la acción, un recordatorio a las autoridades locales y nacionales sobre su deber de unir fuerzas para implementar medidas que reviertan esta tendencia combinando múltiples acciones: ejercer un mejor control sobre las normas de tránsito, campañas educativas y de cultura ciudadana que fomenten el respeto a las mismas y promuevan conductas como manejar a velocidades seguras, mejorar los estándares de los vehículos en operación, mitigar el riesgo en tramos críticos de siniestralidad con intervenciones físicas; y mejorar la atención a las víctimas de accidentes de tránsito. El Plan ya está, la plata también.
Es hora de tomar medidas concretas y dejar de ser meros espectadores de una problemática que nos afecta a todos. La seguridad vial es un compromiso colectivo. Recordemos que cada gesto cuenta y “Conduce a 50, vive al 100” es más que una consigna: es un llamado a transformar nuestras vías y andenes en espacios seguros, en donde no estemos en constante riesgo de perder la vida en la vía.
Por: Paula Acosta*
*La autora es docente en la Universidad de Los Andes y experta en finanzas públicas, diseño, ejecución y evaluación de políticas y programas.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.
Lea también: El futuro de Latinoamérica está en su vejez