Juan Camilo Botero, fundador de Glasst, anunció en una entrevista exclusiva con Forbes la llegada como socia de Ana María López y una proyección de ventas de US$3 millones en 2024.

Juan Camilo Botero, fundador de Glasst, una startup que desarrolla productos innovadores para el sector constructor, con sede en Medellín, casi pierde su puesto como CEO de la compañía que había creado en 2018.

En 2022, su empresa estaba cerrando una ronda de inversión de US$5 millones, pero los obstáculos de la misma no venían de parte de los potenciales inversionistas, sino un gigante corporativo, inversionista previo, que tenía una agenda diferente. AkzoNobel, el gigante europeo que adquirió a Pintuco, uno de los inversores iniciales de Glasst, tenía otra visión para la empresa.

“Desde AkzoNobel, solicitaron una hoja de términos”, recuerda Botero, en una entrevista con Forbes. “Varios fondos dicen que ya no no van en la ronda, otros intentan recomponer la situación, pero yo no fui invitado a varias de esas reuniones”

Las diferencias eran evidentes: la rigidez corporativa de AkzoNobel chocaba con el espíritu startupero de Glasst. En marzo de 2023, estalló el conflicto societario. A Botero se le pidió que renunciara, la ronda de inversión se desmoronó y Glasst tambaleó al borde del abismo.

Pero Botero se negó a rendirse. Había enfrentado adversidades antes, y esta vez, contaba con aliados.

Ana María López, socia en una firma especializada en apoyar a empresas en crisis y crecimiento, llega a Glasst como socia.

López había navegado por sus propias luchas corporativas, comprendía las corrientes ocultas de las salas de juntas y el delicado equilibrio entre tradición e innovación.

“La gente piensa la crisis como insolvencia”, cuenta López. “En realidad puede haber crisis de crecimiento, de expansión o societaria. Nuestra intención no es tomar el control de las empresas, es apoyarlas en su próxima fase”.

En Glasst, López no vio un emprendimiento fallido, sino una compañía innovadora atrapada en la artería corporativa.

Tanto como Pintuco, como Conconcreto, que habían sido inversionistas iniciales de Glasst, accedieron a finales de 2023 a vender sus participaciones.

Con una socia experimentada a su lado, la Glasst de Botero renace.

“La composición accionaria está limpia”, apunta Botero. “Somos un negocio ‘factory less’ y ‘plug and play'”.

Las tecnologías patentadas de Glasst, como una pintura removible, un protector universal y un desmoldante de concreto, prometen pisar fuerte en la industria, generando proyecciones de ventas de US$3 millones para 2024.

“Nuestro portafolio no tiene competencia directa”, sostiene Botero. “Somos el único sustituto para películas plásticas. Una de nuestras patentes fue valorada por Tecnnova en 1.4 billones de pesos”.

En febrero de este año, Estados Unidos se unirá al alcance de Glasst en Colombia, México, Perú y Chile, con el lanzamiento de 12.000 ferreterías de Orgill, una distribuidora de hardware. Tras superar este episodio de David contra Goliat, la compañía está desarrollando, con un equipo de 37 personas, un recubrimiento capaz de aislar interiores de temperaturas externas, la máscara que reemplaza la cinta de enmascarar y un protector universal.

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