¿Es cierto que el PIB histórico del que habló Milei en su discurso en Davos era positivo?

En Davos, hace un par de semanas, el presidente de Argentina, Javier Milei, dio un discurso profundamente debatido en redes sociales. Un fragmento de este discurso resultó particularmente controversial. En este, Milei decía lo siguiente:

Podemos ver cómo desde el año 0 hasta el año 1800 aproximadamente el PBI per cápita del mundo prácticamente se mantuvo constante… Si uno mira un gráfico de la evolución del crecimiento económico, a lo largo de la historia de la humanidad, uno estaría viendo un gráfico con la forma de un palo de hockey“.

Me alegró bastante esta controversia. Por muchos años, mi área de experticia fue la reconstrucción de PIB históricos y nunca había sido un tema que llegara a la opinión pública. Quiero aprovechar este masivo (aunque seguramente pasajero) interés para ofrecer algunas precisiones.

Primero que todo, el PIB es una medida que trata de capturar el valor de toda la producción generada en una sociedad en un momento dado del tiempo. Esto, por una identidad contable básica, es equivalente a agregar todos los ingresos de las personas o todos sus gastos. Quizá suene complicado, pero no lo es. Si alguien gasta 20 mil dólares comprando un carro, esos 20 mil dólares se convierten en ingresos para quien vende el carro y representan el valor del carro. Siguiendo esa lógica, el PIB no es más que la suma de todos los ingresos de las personas, o todos sus gastos, o todo el valor agregado a lo largo de la producción.

Como la producción es inherente a la vida en sociedad, uno puede calcular el PIB para cualquier tipo de comunidad a lo largo de la historia. Sin embargo, el PIB, en su sentido más angosto, es poco informativo en contextos donde los mercados no son prevalentes; y los mercados, a diferencia de la producción, no son omnipresentes en la historia humana. Es decir, aunque todas las sociedades producen bienes y servicios, la distribución de aquellos se puede dar usando otros mecanismos. Por ejemplo, la reciprocidad y el intercambio de favores son formas en las que muchas sociedades, a lo largo de la historia, han coordinado la distribución de la producción. Bajo estos mecanismos, alguien produce un canasto y se lo regala a otra persona, esperando que la otra persona, en algún momento, lo retribuya con otro regalo o con algún tipo de favor. En ese contexto, el canasto no tiene un valor objetivo presente y los ingresos y gastos de las personas no son equivalentes al “valor” de toda la producción.

A partir de esto, algunos piensan que estimar los PIB es algo que solo tiene sentido en el mundo capitalista moderno, una postura con la que no estoy de acuerdo. Primero, aunque el capitalismo moderno es el sistema en el que más exitosamente han proliferado los mercados, estos han sido dominantes en muchos otros sistemas económicos. Es más, en muchos contextos actuales, la prevalencia de mercados es menor que en algunas sociedades del pasado. Por ejemplo, en la Roma de Augusto, la economía estaba más ampliamente dominada por mercados que en muchas zonas de la periferia rural latinoamericana actual. Segundo, el PIB, en un sentido más amplio, busca capturar las condiciones de vida materiales de las personas, y tanto hoy como en el pasado, es posible flexibilizar su estimación para incorporar producción no mercantil. Por ejemplo, uno puede aproximar el valor de bienes y servicios producidos en el hogar a partir del tiempo invertido en dichas tareas.

Entonces, sí, pensar en el PIB en los tiempos de Cristo es completamente razonable. Además, también tenemos completa certeza de que, luego de la Revolución Industrial, los niveles de actividad económica en el mundo han sido de varios órdenes de magnitud superiores a los de cualquier momento previo de la historia. Así que la afirmación de Milei es fundamentalmente cierta. No obstante, las cifras de las que él habla son bastante menos precisas de lo que él parece creer y de lo que la inmensa mayoría de economistas piensan.

Además de los retos metodológicos asociados a explorar el tipo de contextos escasamente mercantilizados que mencioné arriba, la escasez de datos hace tremendamente difícil la tarea de reconstruir con precisión los PIB en periodos preindustriales. De hecho, a pesar de décadas de activa investigación, son pocos los momentos y lugares específicos para los cuales tenemos estimaciones confiables de PIB antes del siglo XIX, y las series construidas a partir de estos son profundamente especulativas. En ese sentido, el gráfico que Milei nos pide que observemos no debe ser interpretado como nada más que un esbozo a mano alzada de lo que pensamos que ha sido el dinamismo de la economía mundial en el largo plazo.

Quizá una útil reflexión sobre todo este asunto es que la cuantificación del pasado, aunque imperfecta, es útil. Las cifras son herramientas; utilizarlas para entender las sociedades del pasado (y las del presente), no implica ningún compromiso ideológico. Como con toda herramienta, el único compromiso relevante debe ser su uso responsable y la consciencia de sus limitaciones.

Por: Javier Mejía Cubillos*
*El autor es Asociado Postdoctoral en el departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Stanford. Ph.D. en Economía de la Universidad de Los Andes. Ha sido investigador y profesor de la Universidad de Nueva York–Abu Dhabi e investigador visitante de la Universidad de Burdeos.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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