Actualmente, la posición política que podamos llegar a tener sobre el cuidado del ambiente se ha convertido en un motivo de discordia y polarización. ¿Por qué?
Existen pocas cosas tan claras como la importancia de mantener un medio ambiente sano y estable para poder a la humanidad en bienestar, que a final de cuentas dependemos de la tierra. Aún así, en un mundo donde reina la posverdad y la identificación mediante el odio, la posición política que podamos llegar a tener sobre el cuidado del ambiente se ha convertido en un motivo de discordia y polarización.
Aunque los impactos de la crisis ecológica son cada vez más fuertes y la ciencia es cada vez más clara, seguimos sin hacerle caso al conocimiento científico, la supuesta ancla mediante la que hemos construido nuestras sociedades. Más allá de explorar las raíces de nuestros sistemas de valores y de cómo la primacía del capital ha influido en la relación que hemos creado con el otro y el mundo natural, es importante explorar esos mecanismos de identificación que nos hacen convencernos de que nuestra interpretación de la realidad es necesariamente acertada.
La historia política de América Latina se ha desarrollado fundamentalmente por medio del caudillismo, seguimos a personas más que a ideas políticas que tengan un raciocinio lógico y consecuente. Disonancias cognitivas dirían algunos. Que todo lo que venga del Petrismo necesariamente es improvisado e irracional, que todos los uribistas son clasistas, arribistas y fachos, y así… De la misma manera nos relacionamos con las decisiones que tienen que ver con el ambiente, creemos identificarnos con una posición ideológica o con una persona y desde ese marco conceptual interpretamos la realidad. Nuestra cosmovisión e ideología es una de las dimensiones de nuestra identidad, por eso es que nos ofendemos cuando alguien está en desacuerdo con nosotros, aunque nuestro fundamento conceptual y conocimiento de la temática sea extremadamente básico. Esa tendencia que tenemos de buscar necesariamente respuestas hacia tantas dimensiones de nuestro ordenamiento social significa que todos tenemos una opinión sobre cómo el sistema económico se debe relacionar con el ambiente, aunque nuestro conocimiento sea solo intuitivo y emocional; considero que eso es una gran barrera hacia conseguir reales soluciones.
Ahora, sí por las razones anteriormente expuestas encontramos que nuestros imaginarios sobre la política ambiental pertenecen al campo de nuestra identidad y los mecanismos de defensa que estos significan, entonces debemos explorar cómo deconstruir estos paradigmas y así pasar de la polarización a la colaboración y el consenso. El nivel de rigidez de nuestras ideas muchas veces se conecta con una falta de integración emocional/espiritual y de metaconciencia (conciencia de las raíces de nuestros pensamientos). Por eso mismo, combatir la polarización y el odio que se está cultivando en nuestras sociedades requerirá cada vez más darle visibilidad a las voces de transformación espiritual y deconstrucción del ego.
Dicen en sincronía miles de movimientos sociales y ambientales que estamos viviendo una transformación en nuestros paradigmas, que todo cambio acarrea dolor y que esto que transitamos es la evolución natural de nuestra conciencia colectiva. Es fácil para quienes trabajamos en este espacio conformarnos con narrativas idealistas sobre la “nueva humanidad” y etcétera; pero más que conformarnos con imaginarios románticos es necesario que escarbemos sobre cuáles son los sistemas y métodos que nos alejan de aquellos. Las redes sociales nos aíslan en micromundos donde solo interactuamos con personas que nos confirman nuestra misma ideología, los paradigmas de competencia todavía rigen la mayoría de dimensiones en nuestras vidas y el acceso a el autoconocimiento requerido para ser más humildes sobre nuestros propios imaginarios es todavía muy incipiente.
Por: Daniel Gutiérrez Patino*
*El autor es fundador de Saving The Amazon.
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