Aunque las lluvias parecen haber vuelto a Bogotá, todavía es muy pronto para cantar victoria. La disponibilidad de este recurso sigue siendo limitada. ¿Cuáles son los escenarios que enfrenta la ciudad?

Este año ha sido difícil para los Bogotanos. Primero, nuestros cerros orientales incendiándose por el potente fenómeno del niño, ahora vimos a nuestros embalses en mínimos históricos. Mientras escribo esta columna, pareciera que la lluvia ha vuelto y que hemos sobrepasado la crisis, pero no podemos cantar victoria.

La disponibilidad de agua para un asentamiento humano, bien sea una megaciudad como Bogotá o una finca rural depende de dos variables: La oferta y la demanda. La planeación territorial debe hacerse con base en una proyección de estas dos. Si se proyecta un crecimiento poblacional, al hacer más densas las ciudades (edificios residenciales más altos) o más amplias (urbanizar las fronteras que previamente eran rurales), pues se debe planificar que más personas necesitarán más agua. Eso fue lo que no se proyectó en Bogotá. La ampliación desarrollista que proyectó Peñalosa al urbanizar la Reserva Van Der Hammen no siguió el principio de “ordenamiento basado en el agua”. Tampoco fueron los gobiernos anteriores de Bogotá suficientemente ávidos al buscar incrementar los reservorios de agua, por ejemplo en los sectores de Sumapaz y Tibitoc.

Toda ampliación de los sistemas de abastecimiento tienen costos ambientales, ya que esencialmente se asientan en cambiar los ciclos naturales del agua para dirigirla a los reservorios; esto altera enormemente la flora y la fauna que antes recibía esa agua y puede generar retroalimentaciones negativas (por ejemplo que la falta de agua seque los árboles que se necesitan para que el ciclo hidrológico se complete). Tomar la decisión de ampliar un reservorio debe tomarse con mucha precaución, haciendo los estudios de impacto ambiental pertinentes, y en caso de construirse minimizando todo lo posible los daños.

¿Pero la solución está entonces en construir reservorios cada vez más grandes? ¿No hay algo incorrecto en esta lógica desarrollista que nos hace pensar que la meta de la sociedad siempre debe basarse en la expansión? El alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, ha repetido hasta el cansancio que es necesario que los bogotanos ahorremos toda el agua posible, que no únicamente ahora sino siempre. Galán, sin ser un ecologista nos abre la ventana hacia el mundo que se avecina, donde tendremos que reducir nuestros estilos de vida consumistas y excesivos y encaminarse más hacia la suficiencia. Suficiencia no significa sólo reducir nuestro consumo de agua, sino dimensionar todas las dimensiones de nuestras vidas, de nuestro sistema económico y social y entender cuáles son las actividades productivas que más están afectando nuestro medio ambiente para reducirlas a su mínima expresión.

Los científicos nos lo dicen hasta el cansancio: nuestra afectación al ambiente está poniendo en peligro a una gran parte de la civilización humana. La prioridad máxima de nuestros gobiernos debe ser solucionar esta problemática. Pero ¿Cómo lograr ordenamientos sociales ecológicos mientras las metas máximas de los individuos, organizaciones y países siguen siendo la expansión del capital? El comportamiento de un sistema siempre va a depender de los paradigmas que lo construyeron y de sus incentivos. Hoy esos incentivos y sistemas de poder apuntan hacia la expansión del capital y la degradación ambiental que éste conlleva.

Ahora, ¿Qué pasa si nos quedamos sin agua en Bogotá? Tendríamos que comprarla de otros lugares (al menos en los veranos). ¿Qué sectores de la sociedad podrían comprar esa agua? ¿Hacia dónde podríamos migrar si se nos acaba el agua? La crisis climática hace que los ciclos climáticos sean cada vez más impredecibles, por lo que debemos prepararnos para sequías más fuertes que las actuales, y cultivar un ordenamiento basado en el agua.

Por: Daniel Gutiérrez Patino*
*El autor es fundador de Saving The Amazon.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

Lea también: Diagonalismo y posverdad