Desde 2025 el país enfrentará una crisis de suministro de gas natural, algo que no había ocurrido nunca en la historia de Colombia. ¿Cómo se prepara el gobierno para enfrentar esta situación?
Nunca en Colombia se había generado tanta atención en torno a la producción de gas natural como ahora, luego de conocerse que el país enfrentará un déficit de suministro interno a partir de 2025. Este hecho pondrá fin a 45 años de autosuficiencia, suscitando una creciente inquietud sobre el futuro del abastecimiento de este recurso y sus implicaciones para la seguridad energética y la economía del país.
En tal sentido, el pasado 24 de Julio Naturgas, expresó que, en 2025, la oferta de gas cubrirá solo el 36% de la demanda proyectada, con 43.5 GBTUD disponibles frente a una necesidad de 120 GBTUD. Para 2026, la oferta cubrirá el 46% de la demanda, con 160.5 GBTUD frente a una demanda estimada de 350 GBTUD. Esto indica que la oferta local será insuficiente para satisfacer la demanda de gas en los próximos años.
Esta crisis de oferta interna no ha sido resuelta a pesar de un sorpresivo anuncio del pasado 3 de octubre por parte de Petrobras y Ecopetrol sobre el descubrimiento del yacimiento de gas en el proyecto Sirius, con reservas estimadas en 6 terapíes cúbicos, que aunque fue recibido como un bálsamo en medio de las dificultades, es claro que Colombia seguirá importando gas entre 2025 y 2029.
En esa dirección, este hallazgo, que podría abastecer al país durante 20 años, no comenzará su producción hasta 2029, siempre y cuando se superen todas las fases regulatorias. Esto incluye la consulta previa, que genera incertidumbre debido a un fallo judicial que ordenó suspender las actividades de exploración hasta que se realicen dichas consultas.
Al margen de las políticas vigentes de exploración y extracción de gas natural, es lógico preguntarse por el avance en el desarrollo del biogás y biometano (una forma purificada de biogás) en Colombia, especialmente considerando que el biometano, con su alta concentración de metano y su limpieza, se percibe como el complemento o sustituto ideal del gas natural.
El biogás se produce en biodigestores, donde microorganismos descomponen residuos orgánicos como los agrícolas, pecuarios, industriales y urbanos, que son abundantes en Colombia. Por ende, el potencial en términos en materia prima para producir biogás y biometano es enorme.
Esto cobra aún más relevancia cuando se consideran las aspiraciones de la política de transición energética justa promovida por el gobierno, de la que se esperaría un impacto significativo en el desarrollo del Biogás y Biometano en el país.
Desafortunadamente, el panorama muestra que todavía es muy incipiente el desarrollo del biogás y el biometano, a la luz de todo su potencial y necesidad dentro del plan de descarbonización de la economía.
En Colombia, no existe una política específica para el biogás y el biometano, lo que se refleja en un marco regulatorio genérico que, basado en la Ley de Transición Energética 1715 de 2014, abarca de manera transversal a diversas fuentes de energía renovable no convencional (FENR), como la solar y la eólica. Esto restringe el desarrollo particular de estas fuentes energéticas, que requieren regulaciones y estímulos más específicos para viabilizar sus proyectos.
La Ley no contempla las particularidades de los proyectos de biogás y biometano, que son marcadamente más costosos en sus etapas iniciales. Por ello, requieren incentivos, apoyo financiero y una reglamentación específica para poder estar en igualdad de condiciones con otras energías renovables como la solar y la eólica. Si el objetivo es impulsar su desarrollo con fuerza, es esencial ofrecer un marco regulatorio que haga estos proyectos igualmente atractivos para la inversión y los permita avanzar al mismo ritmo de las otras FENR.
Consecuentemente, no se está creando el ecosistema productivo, logístico y comercial necesario para desarrollar el sector del biogás y biometano como ocurre en otros sectores energéticos tradicionales. Esto se pone de manifiesto en la falta de una normativa completa y clara que permita inyectar los excedentes de energía eléctrica generada por biogás a la red nacional, ni la integración del biometano en la red de gas natural
En esa misma línea, tampoco se cuenta con esquemas de tarifas de alimentación a la red para el biometano ni los respectivos estándares de calidad y mucho menos la infraestructura pertinente.
Si bien no es razonable pensar que el biometano reemplace al gas natural en el corto y mediano plazo, el país si debería estar jugado con más fuerza y metas concretas de niveles de mezclas de gas natural y biometano en los años venideros, así como lo hacen países europeos, donde Francia y Alemania se han propuesto alcanzar una mezcla con 10% de bioetanol para 2030, y Dinamarca logró tener un 25% de biometano en su red de gas y aspira a llegar al 100% para 2030.
A raíz de todo lo analizado, el desarrollo del biogás ha avanzado de manera aislada y en pequeña escala en algunos sectores agroindustriales, especialmente en proyectos de generación de energía y cogeneración destinados para el auto consumo.
En el ámbito del biometano, se destaca la reciente inauguración por parte de EPM de la primera planta de biometano en Colombia, que utiliza aguas residuales como fuente. Con una capacidad de producción de aproximadamente 1.200 metros cúbicos diarios, esta planta puede abastecer a unos 5.000 hogares en Medellín. Sin embargo, a pesar de ser un avance importante, sigue siendo un esfuerzo aislado y de pequeña escala en comparación con las necesidades reales del país.
La política energética y ambiental del país debería ser más ambiciosa y decidida en el fomento del biogás y biometano. Es necesario superar la etapa de diagnósticos excesivos en la que se encuentra actualmente y avanzar hacia el diseño de una política específica, con metas claras, firmes y orientadas por un plan de acción bien estructurado y completo.
Por: Iván Darío Arroyave*
*El autor es consultor empresarial. Se ha desempeñado como presidente de la Bolsa Mercantil de Colombia, decano de postgrados de la Universidad EIA, director de posgrados en finanzas de la Universidad de la Sabana y consultor del Banco mundial.
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