Hace tiempo se pensaba que las ciudades inteligentes eran un futuro lejano, ahora con la mayor proporción de la población mundial migrando hacia centros urbanos, son una realidad que no está lejos. ¿Por qué?

En la película Metrópolis, el director, Fritz Lang, plantea una visión distópica de la sociedad del futuro (2026) con ciudades divididas entre urbes modernas y guetos subterráneos, en los que los obreros y sus allegados tienen prohibido salir.

Y aunque esa visión apocalíptica de hace casi 100 años está lejos de convertirse en una realidad, la superpoblación, el cambio climático y las congestiones en el tráfico están obligando a las grandes urbes del mundo a responder a esos desafíos no solo para mejorar la calidad de vida quienes las habitan, sino también para facilitar la labor de los encargados de administrarlas de forma inteligente.

De hecho, el término ‘ciudades inteligentes’ se refiere al creciente uso de la tecnología digital para monitorizar y conectar todo, desde los edificios hasta los vehículos autónomos, y de esa forma abordar los retos que plantea la rápida urbanización.

El impacto económico de una ciudad inteligente 

Hasta hace poco se pensaba que las ciudades inteligentes eran algo del futuro lejano, ahora, con una mayor proporción de la población mundial migrando hacia los centros urbanos, las ciudades inteligentes pueden no estar tan lejos.

Para gestionar las ciudades del futuro se necesita tecnología de vanguardia, como Edge + IA, o IA en el borde, una combinación entre edge computing e inteligencia artificial, que facilite el análisis de datos y la toma de decisiones, por ejemplo, sobre el tráfico, a través de dispositivos conectados a la web.

Las ciudades inteligentes incorporan internet de las cosas (IoT), inteligencia artificial (IA) y análisis de datos para mejorar la eficiencia, la sostenibilidad, la seguridad y la calidad de vida diaria de los ciudadanos.

Según un estudio de ABI Research, el impacto de la tecnología de las ciudades inteligentes en el desarrollo económico podría permitir que las ciudades obtengan más de 20 billones de dólares en beneficios adicionales durante la próxima década.

¿Cómo ocurrirá esto? Por ejemplo, facilitando la creación de empleos, de nuevas empresas y la gestión de la movilidad. Según el McKinsey Global Institute, para 2025 las plataformas de adquisición de talentos en línea permitirán conectar de manera eficiente a los candidatos con los puestos más adecuados. Además, los municipios que implementen tecnología de ciudades inteligentes podrán digitalizar y automatizar más fácilmente el proceso de registro de empresas, eliminando así las barreras habituales para los emprendedores.

En las ciudades inteligentes, la tecnología hace posible recopilar, analizar y procesar datos de manera eficiente, más personalizada y adaptable. Esto permitirá la circulación de los vehículos autónomos por calles concurridas con mayor fluidez y que los equipos de respuesta a emergencias puedan tomar decisiones rápidas con confianza, garantizando así la seguridad y el bienestar de las personas involucradas.

Ciudades inteligentes como motor del progreso

Los beneficios de las ciudades inteligentes van más allá de ofrecer comodidad; también sirven como formas efectivas de abordar desafíos como la delincuencia y la seguridad. Al utilizar monitoreo en tiempo real y análisis predictivos, a través de cámaras inteligentes con IA, pueden reconocer y gestionar amenazas potenciales, como lugares con una alta tasa de actividad delictiva o áreas que están experimentando desastres naturales. Estos sistemas no solo contribuyen a la seguridad ciudadana, sino que también permiten una gestión más eficiente de los servicios públicos, optimizando el tráfico, la recolección de residuos y la atención a emergencias.

La integración de sensores con el internet de las cosas permite el desarrollo de sistemas de alerta temprana, lo que ofrece un tiempo vital para implementar medidas de mitigación. Esta tecnología tiene el potencial de disminuir la gravedad de los desastres al proporcionar alertas oportunas y facilitar respuestas proactivas. Las ciudades inteligentes también pueden reducir el consumo de energía, minimizando así su impacto sobre el medio ambiente y mejorando la sostenibilidad. 

Barcelona, por ejemplo, está implementando medidores inteligentes de consumo de energía, ahorrando más de 75 millones de euros, automatizando los recursos de agua y electricidad, según el International Journal of Health and Geographics.

De acuerdo con Naciones Unidas, las actividades industriales y comerciales en las ciudades representan el 75% del consumo de energía y alrededor del 60% de las emisiones de carbono a nivel mundial. Mediante el uso de fuentes de energía renovables e infraestructura digital, las ciudades tienen el potencial de reducir su impacto sobre el medio ambiente.

Y aunque los datos y la tecnología por sí solas no hacen inteligentes a una ciudad, sí resultan claves para gestionar mejor las ciudades y ofrecer nuevos servicios que no eran posibles proporcionar sin la tecnología, como aplicaciones de movilidad o bicicletas inteligentes, o mejorar los servicios existentes, como las apps móviles para saber cuándo viene el próximo tren, y lograr que las ciudades respondan mejor a las demandas de sus ciudadanos.

Por: Marcelo Bertolami*
*El autor es director de Socios Regionales y del equipo de Tecnología de Latam en Intel.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes.

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