Un estudio reveló que Colombia se encuentra entre los países menos competitivos, con notas muy bajas en innovación, inclusión y resiliencia. ¿Cómo cambiar este panorama?

La competitividad de un país refleja una economía eficiente, innovadora y productiva, capaz de crecer de manera sostenida, generar empleo y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Además, se convierte en una credencial fundamental que atrae inversión extranjera y fortalece su presencia en el mercado global.

Para lograr la competitividad, es esencial contar con una infraestructura de calidad, educación sólida, instituciones fuertes, innovación constante y estabilidad económica. Tales factores son evaluados cada año por varias instituciones que califican el nivel de competitividad de todos los países y los escalafonan de acuerdo con los resultados.

La evaluación más reciente la realizó el Instituto Internacional para el Desarrollo Gerencial IMD ubicó a Colombia en el puesto 57 entre 67 economías evaluadas, lo que significa que está en el último cuartil del ranking, ubicándose dentro del 15% más bajo. Esto sugiere que el país se encuentra entre los menos competitivos del grupo evaluado, destacándose que la eficiencia de gobierno ocupó el puesto 64 y la infraestructura el 54.

En esa misma línea, el Informe sobre el Futuro del Crecimiento 2024 del Foro Económico Mundial evaluó a Colombia en cuatro pilares esenciales. En una escala de 100, el país obtuvo una calificación de 39.8 en innovación, 53.4 en inclusión, 47.8 en sostenibilidad y 47.9 en resiliencia.

Estos resultados no difieren significativamente de las posiciones que Colombia ha ocupado en evaluaciones previas. Puede decirse que el país enfrenta retos persistentes y barreras estructurales que aún no ha logrado superar para alcanzar una mayor competitividad.

Para mejorar su competitividad, Colombia debe desarrollar una agenda que permita superar rápidamente la falta de infraestructura moderna, cuya carencia eleva los costos de transporte, reduce la eficiencia logística y limita la integración en cadenas globales, especialmente en áreas rurales.

Asimismo, el país necesita fortalecer la innovación aumentando el gasto en Investigación y Desarrollo (I+D), que, de acuerdo con el Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología, actualmente es solo el 0.21 % del PIB, muy por debajo del promedio global del 2.3 %.

 También es crucial cerrar la brecha en la calidad educativa, especialmente en competencias digitales y tecnológicas, y por supuesto es trascendental mejorar la calidad institucional combatiendo la corrupción, ya que lamentablemente la percepción de corrupción en el índice del Foro económico Global es de 67 sobre 100, lo cual afecta sensiblemente la confianza inversionista.

 Aunque con certeza hay más factores susceptibles de fortalecer para propiciar una mayor competitividad, se debe resaltar la necesidad de incrementar la inversión en TIC, que actualmente es de solo 180 USD per cápita, limitando así la digitalización y el acceso a tecnologías avanzadas.

El Consejo Privado de Competitividad (CPC) presentó recientemente el Informe Nacional de Competitividad 2024-2025, en el que reitera recomendaciones para mejorar la competitividad del país. Este año, sin embargo, el informe propone en forma novedosa una agenda de competitividad adaptada al futuro, centrada en tres macrotendencias globales: cambio demográfico, cambio tecnológico y cambio climático. Este enfoque estratégico busca diseñar políticas que fortalezcan la resiliencia de Colombia y aprovechen nuevas oportunidades.

En esa dirección, hacen planteamientos para impulsar el crecimiento verde, promoviendo la bioeconomía y la transición hacia energías renovables, aprovechando la rica biodiversidad del país.

Las valiosas recomendaciones del Consejo Privado de Competitividad (CPC), una institución importante dentro del Sistema Nacional de Competitividad e Innovación (SNCI), deberían tener eco e impacto inmediato.

Sin embargo, no siempre es así. Aunque Colombia cuenta con el SNCI para coordinar su agenda de competitividad, su funcionalidad y resultados podrían ser mucho mejores si se lograra una estructura más ágil y centralizada que facilite la colaboración entre gobierno, sector privado, academia y centros de investigación. El modelo de Finlandia, con su sistema simple, centralizado y efectivo, podría servir como ejemplo. Es inconcebible que un país tan rico en recursos naturales, con una posición geográfica privilegiada que lo conecta con el mundo, un sistema de competitividad en marcha y un talento humano formidable tenga indicadores de competitividad tan bajos. Colombia debe establecer una agenda de competitividad a largo plazo como eje central de su planeación, que trascienda la retórica, los diagnósticos redundantes y las simples intenciones. Sin productividad y competitividad, no es posible alcanzar un desarrollo económico y social sostenido.

Por: Iván Darío Arroyave*
*El autor es consultor empresarial. Se ha desempeñado como presidente de la Bolsa Mercantil de Colombia, decano de postgrados de la Universidad EIA, director de posgrados en finanzas de la Universidad de la Sabana y consultor del Banco mundial. 

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia

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