La estructura de mercado en Colombia ha cambiado: el sector de automóviles ha caído, mientras que el de motocicletas toma impulso.
En la última década, el sector automotor colombiano ha experimentado una reducción drástica. Mientras que en 2014 se registraron ventas de 330 mil automóviles, en 2024 apenas se estima alcanzar las 200 mil unidades. Paralelamente, las motocicletas han ganado terreno, cambiando la estructura del mercado.
La situación geográfica y económica de Colombia también influye en su industria automotriz, pues países vecinos como Venezuela, Ecuador y Panamá presentan mercados automotrices de bajo volumen o, en algunos casos, inexistentes, lo que convierte a la región en un área aislada y poco atractiva para la producción de vehículos. Esta falta de un mercado local o regional robusto ha llevado a que la producción se enfoque principalmente en autopartes y piezas básicas.
La consecuencia de esta situación es evidente, el país ha perdido buena parte de la infraestructura productiva construida bajo las políticas de sustitución de importaciones de los años 80.
Plantas emblemáticas como Mazda, Mitsubishi y Chevrolet han cerrado, dejando a Sofasa como la única ensambladora activa, produciendo vehículos Renault. Actualmente, más del 85% de los automóviles vendidos en el país son importados.
Hay que resaltar que Colombia cuenta con acuerdos de libre comercio que permiten la entrada de vehículos sin arancel desde regiones como México, Estados Unidos, Europa y Corea. Incluso Mercosur, con un arancel base del 14,1%, tenía un acuerdo especial que permitía importar hasta 50 mil unidades de Brasil sin arancel.
Sin embargo, el actual gobierno decidió cancelar el acuerdo especifico que permitía preferencias arancelarias al sector automotor entre Colombia y Brasil, ello argumentando la necesidad de fortalecer la industria nacional. Una decisión desconectada de la realidad, pues la producción local se limita a Sofasa, y los vehículos brasileños simplemente serán sustituidos por otros provenientes de países con tratados de libre comercio.
En términos de transición energética, Colombia ha avanzado en la promoción de vehículos eléctricos e híbridos, ofreciendo beneficios como aranceles del 0% para vehículos eléctricos y una reducción del IVA del 19% al 5% para eléctricos e híbridos. Además, estos vehículos están exentos de restricciones como el “pico y placa”.
No obstante, el gobierno está considerando eliminar estos beneficios, argumentando la necesidad de incentivar la demanda de vehículos eléctricos. Esta propuesta ha generado preocupación, ya que un aumento del IVA para vehículos híbridos podría desplazar la demanda hacia vehículos con motores de combustión interna.
A la par de esta confusión política, el Ministerio de Comercio busca atraer un fabricante que produzca vehículos eléctricos en Colombia. Pero esta estrategia ignora la dinámica global, donde la capacidad de producción de vehículos eléctricos, particularmente en Europa y Estados Unidos, ya excede la demanda. Además, la competencia con China, líder absoluto en este segmento, pone en jaque cualquier intención local.
El ministro debería promover fábricas más alineadas con la realidad colombiana. Si el objetivo es impulsar tecnologías de bajas emisiones, una alternativa más adecuada que los vehículos eléctricos podría ser la implementación de motores flex fuel, capaces de funcionar con bioetanol en proporciones de hasta el100%.
Esta tecnología, masificada en Brasil desde hace dos décadas, ha demostrado ser más económica que los eléctricos e igualmente sostenible. Además, Colombia cuenta con una industria de etanol consolidada, con 23 años de desarrollo, que podría fortalecer esta transición.
Los gremios que representan al sector automotor están en mora de definir e impulsar un plan concreto para la transición energética, la diversidad de tecnologías y combustibles debería ser el eje central de la discusión para lograr una movilidad sostenible en Colombia.
El país encuentra en una encrucijada: continuar apagando el motor de su industria automotriz o apostar por un modelo integral que incluya movilidad eléctrica, biocombustibles y medidas realistas que impulsen la producción y la sostenibilidad. Ha llegado el momento de abandonar las políticas estériles y adoptar decisiones basadas en la sensatez y pragmatismo.
Por: Iván Darío Arroyave*
*El autor es consultor empresarial. Se ha desempeñado como presidente de la Bolsa Mercantil de Colombia, decano de postgrados de la Universidad EIA, director de posgrados en finanzas de la Universidad de la Sabana y consultor del Banco mundial.
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