Cualquier incremento salarial asumido por las empresas debería ir acompañado de un aumento proporcional en la productividad. El gobierno aprobó un aumento que supera el umbral de 2,51% recomendado. ¿Qué significa esto parala economía?
Es lógico y necesario que el gobierno de un país proteja a los trabajadores de la pérdida de poder adquisitivo ocasionada por la inflación. En este sentido, resulta sensato implementar ajustes salariales que reflejen, de manera proporcional, el impacto de la inflación en la economía.
Sin embargo, también es razonable que este mismo gobierno se ocupe de proteger a las empresas, garantizando que los costos controlados por el Estado no excedan niveles que comprometan su viabilidad y sostenibilidad a largo plazo.
Esto resulta especialmente crucial en Colombia, donde los desafíos para la supervivencia empresarial son significativos. Según cifras de Confecámaras, de cada 100 empresas que se crean en el país, 67 no logran sobrevivir más de cinco años, un índice alarmante que exige medidas sistémicas para propiciar su permanencia.
Por ello, cualquier incremento salarial asumido por las empresas debería ir acompañado de un aumento proporcional en la productividad. De esta manera, una mayor producción y ventas podrían respaldar el incremento de costos, asegurando que la rentabilidad permita la permanencia de la empresa en el tiempo.
En tal sentido, la teoría económica sugiere que, para garantizar un equilibrio adecuado, los incrementos del salario mínimo legal no deben superar el resultado de sumar la inflación y el aumento en la productividad.
Esta regla de equilibrio la acaba de romper el gobierno nacional, pues decretó un incremento del salario mínimo legal para 2025 que excede en 2,51 puntos porcentuales el umbral recomendado por la teoría económica.
Es decir, fijó un aumento del 9,54%, cuando técnicamente debería ser del 7,03%, derivado de la suma de la inflación estimada por el Banco de la República (5,3%) y el crecimiento de la Productividad Total de los Factores reportado por el Dane (1,73%).
Incrementar el salario mínimo por encima del umbral técnico, inevitablemente genera desequilibrios profundos, pues, aunque inicialmente puede dar la impresión de mayor poder adquisitivo, este efecto es espurio, fugaz y engañoso. A mediano y largo plazo, provoca inflación, encarece los costos empresariales y erosiona la competitividad y ante todo estimula la informalidad y destruye empleos.
Al imponer un aumento salarial que supera la capacidad de las empresas para absorber costos, estas inevitablemente trasladarán dichos incrementos a los precios de bienes y servicios. Esto creará un ciclo inflacionario que impactará directamente en los hogares más vulnerables, deteriorando el poder adquisitivo que se buscaba proteger.
Así mismo, los costos más altos podrían llevar a las empresas a recortar personal, reducir inversiones o simplemente trasladar operaciones a países con costos laborales más competitivos.
El aumento excesivo del salario mínimo puede desincentivar la contratación formal, especialmente en pequeñas y medianas empresas que operan con márgenes estrechos. Esto podría ocasionar un aumento del desempleo y una expansión de la informalidad laboral, perpetuando problemas estructurales en el mercado laboral.
En esa dirección, es imposible ignorar, un importante estudio del Banco de la República que evaluó los efectos macroeconómicos del salario mínimo en Colombia revelando que un simple incremento del salario mínimo de 1% por encima de la inflación, tiende a reducir en un 1% el empleo formal.
En el contexto del aumento salarial por encima de la inflación, la productividad se convierte en el eje central de la discusión. No se pueden desconocer los enormes retos que enfrenta el país en este ámbito para contar con empresas sostenibles y competitivas, empleos estables y en constante crecimiento, y que, como resultado, se traduzcan en salarios con un mayor poder adquisitivo.
Para dimensionar la magnitud del desafío en términos de productividad que tiene el país, basta con considerar los cálculos recientemente publicados por la Cepal. Según estos, el aporte promedio de cada colombiano al PIB por hora trabajada es de apenas US$17, en contraste con países como Panamá, donde alcanza US$45, Uruguay con US$35, y Chile con US$29.
No es sostenible seguir impulsando aumentos salariales desconectados de la lógica del equilibrio económico, sin abordar primero las profundas deficiencias estructurales que frenan la productividad en Colombia. Está pendiente, mejorar la calidad de la educación y la formación laboral, impulsar decididamente la inversión en tecnología e innovación, avanzar en la formalización del empleo, optimizar la eficiencia de los mercados y generar una infraestructura adecuada. Asimismo, el país necesita regulaciones más funcionales y estables que estimulen el crecimiento empresarial. Si no se enfrentan estas restricciones a la productividad con determinación y planeación rigurosa, cualquier incremento salarial será una ilusión temporal que terminará perjudicando la economía a largo plazo y el futuro de todos.
Por: Iván Darío Arroyave*
*El autor es consultor empresarial. Se ha desempeñado como presidente de la Bolsa Mercantil de Colombia, decano de postgrados de la Universidad EIA, director de posgrados en finanzas de la Universidad de la Sabana y consultor del Banco mundial.
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