La inacción, aunque parezca neutral, también tiene sus consecuencias y los líderes deben ser conscientes del peso que tiene no tomar decisiones. ¿Por qué?

En el liderazgo, la toma de decisiones es una de las habilidades más complejas y desafiantes de desarrollar. Sin embargo, algo que no siempre se comprende es que no decidir también es una decisión. La inacción, aunque parezca neutral, tiene consecuencias, repercusiones y resultados que no podemos ignorar. De hecho, muchas veces, no tomar una decisión termina siendo más riesgoso que actuar y equivocarse.

Tal como lo señaló Newton en sus leyes de la física, toda acción tiene una reacción. Pero en el mundo de los negocios y el liderazgo, esta reacción puede ser tanto positiva como negativa, y la responsabilidad recae inevitablemente sobre quien lidera. Tomar decisiones implica cargar con los resultados, incluso cuando no son los esperados, y aprender de ellos. Sin embargo, la carga mental de tomar decisiones puede convertirse en un reto abrumador: ¿habremos hecho lo correcto? ¿Habrá otra opción mejor? Este tipo de reflexiones puede paralizarnos, pero lo que a veces no se ve es que no decidir también tiene consecuencias, y estas pueden ser igual de relevantes.

Recientemente, he observado cómo negocios exitosos caen en esta trampa. Líderes que optan por no avanzar, que no innovan ni se reinventan, y que se limitan a seguir la corriente de lo que ha venido funcionando durante años. Al principio, esta inacción puede parecer una estrategia segura, pero con el tiempo, el mundo avanza, el mercado cambia, y ellos se quedan atrás. No solo dejan de crecer, sino que retroceden. Y ese retroceso, en un entorno tan competitivo como el actual, puede ser devastador.

¿Por qué ocurre esto? Es sencillo: decidir implica riesgos. Cuando decides, asumes que puedes fallar, que puedes enfrentarte a críticas o incluso a fracasos. Decidir es incómodo, porque nos saca de nuestra zona de confort. Pero también es cierto que la toma de decisiones es una habilidad que, al igual que cualquier otra, puede desarrollarse. Rodearnos de personas con perspectivas diversas, establecer procesos claros para analizar las opciones y pensar estratégicamente son herramientas que ayudan a disminuir la incertidumbre y a tomar decisiones con más confianza.

Ahora bien, tampoco debemos demonizar la inacción. Hay momentos en los que no decidir puede ser la mejor decisión. Tomarse un tiempo para evaluar, esperar el momento oportuno o permitir que las cosas evolucionen por sí solas también son estrategias válidas. Sin embargo, esto solo funciona si se hace de manera consciente, con la claridad de que esta inacción tiene un propósito específico y no es producto del miedo o la parálisis. No decidir por evitar la responsabilidad o por temor al fracaso, en cambio, puede tener costos muy altos, a veces incluso mayores que los de una decisión errónea.

La clave está en entender que toda decisión, incluso la de no actuar, tiene un precio. Cuando dejamos de tomar decisiones, perdemos oportunidades, dejamos que otros tomen el control de nuestra narrativa y nos desconectamos del futuro que podríamos construir. Esto no solo afecta los resultados de un negocio, sino que también puede impactar nuestra confianza, nuestra credibilidad y nuestra capacidad de liderar.

Hoy, comenzando un nuevo año, es el momento perfecto para reflexionar sobre esto. En enero solemos fijarnos metas, planificar y tomar decisiones importantes que definirán el rumbo de los próximos meses. Pero, ¿qué pasa con las decisiones que no tomamos? ¿Cuánto nos puede costar esa inacción? Mi invitación es clara: antes de decidir no actuar, evalúa el precio de no hacerlo. Porque, aunque no lo parezca, no tomar una decisión también es tomar una decisión, y muchas veces, el costo de no decidir es mayor que el de equivocarse.

Este año, atrévete a moverte, a tomar riesgos y a avanzar. Al final del día, lo importante no es evitar los errores, sino aprender de ellos y seguir construyendo. El peor fracaso es quedarse quieto mientras el mundo sigue girando. No tomar una decisión también es tomar una decisión, y esa decisión siempre tendrá consecuencias. ¿Qué precio estás dispuesto a pagar?

Por: Karen Carvajalino
Twitter:@LasCarvajalino
*La autora es psicóloga y cofundadora The Biz Nation, una plataforma de educación virtual enfocada en emprendimiento, tecnología y habilidades para los trabajos del futuro. 

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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