'Emilia Pérez' y 'El Brutalista' reconocieron haber usado inteligencia artificial para mejorar algunos aspectos de la interpretación de sus actores. ¿Es ese el futuro del cine?

En días recientes una nueva polémica surgió en la industria audiovisual, y esta vez de la mano de las dos películas más nominadas para la próxima entrega de los premios Oscar: la controversial “Emilia Pérez” y la gran apuesta de la productora A24, “El brutalista”.

Ambas producciones reconocieron haber usado software de inteligencia artificial para mejorar algunos aspectos de la interpretación de sus actores como el desempeño vocal en el canto o la pronunciación de sus diálogos en idiomas extranjeros.  La inteligencia artificial se viene usando de manera recurrente desde hace algún tiempo para la construcción de escenarios virtuales, la agilidad de los procesos de la posproducción y la creación de personajes digitales, entre otros procesos, pero este uso es realmente nuevo y agrega otras discusiones a las ya existentes.

Es claro que el uso de la IA en procesos de creación está rodeado de controversias por temas como la propiedad intelectual y los derechos de autor, y las restricciones a la creatividad generadas por los sesgos en sus propuestas visuales. Los riesgos de la producción de imágenes estandarizadas, la reducción de puestos de trabajo y una menor valoración de la creatividad humana están latentes; aunque no se puede ya negar su uso e importancia en las industrias del entretenimiento.

El uso de las herramientas de inteligencia artificial en la producción audiovisual puede también contribuir significativamente a reducir los riesgos y a incentivar el desarrollo de rodajes seguros, sostenibles y amigables con el medio ambiente. Ya no es necesario incendiar una selva para una escena épica, ni poner en riesgo a un actor usando armas de fuego, ni arriesgar la vida de un doble para hacer una escena de acción.  Gracias a la IA hoy es posible lograr estas escenas con alta calidad y verosimilitud por medio de herramientas digitales.

La inteligencia artificial puede ahorrar tiempo y dinero de manera significativa y su avance hacia versiones más ligeras y accesibles (como la recientemente lanzada plataforma china Deep seek) populariza y expande su uso en todos los procesos de la creación: desde los prototipos hasta los acabados finales. En un uso responsable y consciente, la inteligencia artificial es una poderosa herramienta para los procesos creativos, que permite optimizar los recursos y ayuda a expandir los límites de la creatividad; pero está pendiente y es urgente su regulación por parte de gremios y gobiernos, como quedó claro en la huelga de guionistas y actores de Hollywood en 2023, cuyos resultados fueron quizás más preocupantes que los motivos que la ocasionaron.

Históricamente se ha hecho uso de la tecnología para muchos procesos de creación: desde la invención de las cámaras y el uso de iluminación artificial hasta los micrófonos y las consolas de mezcla de sonido, pasando por el controvertido auto tune, que altera los registros originales de la voz de los cantantes. Estas herramientas, ya ampliamente aceptadas en industrias como la de la música, tendrán que ser discutidas también por el campo audiovisual para determinar hasta qué punto y de qué manera pueden ser utilizadas para que no ocurra, como en el deporte, que una ayuda adicional (como el dopaje) termine configurando una falta grave que pone en desventaja a los competidores.  

El talento es un atributo personal, que se cultiva con tiempo y disciplina y que es reconocido por la industria y el público al evaluar a los artistas y reconocer sus méritos. Cuando ese talento es potenciado por la tecnología, se puede poner en entredicho el mérito del artista.  Estrictamente hablando, los actores no compiten mientras actúan, pero sí es cierto que los premios y reconocimientos tienen un peso significativo para los proyectos en la industria, por lo que, hipotéticamente, no sería justo que se premiara a un actor que hace una interpretación mediocre mejorada artificialmente por la tecnología.

Por: Jerónimo Rivera-Betancur*
*El autor es director del programa de Comunicación Audiovisual, Universidad de La Sabana.

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