La llegada de Trump al poder nos ha mostrado hasta dónde puede ir la ideología de un planeta desbordado y sin principios morales. ¿Por qué?
Dicen los cínicos que tenemos los gobernantes que nos merecemos. De hecho, el ideal de la democracia representativa es precisamente ese, que con nuestro voto pongamos a tomar las decisiones a quien consideramos que nos representa. Hoy pareciera que nuestros votos están más que todos basados en el rechazo que a visiones reconfortantes del futuro. Según muchos de los analistas Trump gana en Estados Unidos ante un rechazo por parte de los americanos hacia todo lo que categorizan como woke (protección de minorías, LGBTIQ+, etc.).
Petro gana en Colombia sobre todo asentado en un discurso populista de rechazo a las élites capitalistas. Milei gana en Argentina asentado en un discurso de rechazo hacia la izquierda e inclusive de agresión hacia la agenda multilateral de las Naciones Unidas. Lo que estamos viviendo es sobre todo una crisis en nuestra imaginación, nuestras propias ideas políticas se asientan en el rechazo del otro.
Muchos analistas recaen la culpa a los progresismos “tibios” que no han sido capaces de formular ideologías y mecanismos de ordenamiento que verdaderamente resuelvan las necesidades humanas sin destruir nuestro planeta. Fredric Jameson celebremente dice que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Pero hoy pareciera que nos encontramos ante un sistema mundial distinto. La llegada de Trump al poder nos ha mostrado hasta dónde puede ir la ideología de un planeta desbordado y sin principios morales. La cruzada de Trump para negar la ciencia detrás del cambio climático, quitarle su financiación e inclusive sacar de sus páginas web cualquier referencia al tema es una prueba máxima del estado actual de las cosas.
Pero la fenomenología lo ha predicho en miles de ocasiones: en tan solo un chasquido cualquier cosa puede convertirse en su contrario. La crisis sistémica en la que se encuentra el mundo necesariamente nos llevará a nuevas maneras de entender nuestra relación con el entorno y con los otros seres humanos. Siempre son los momentos de crisis donde hay más chances de reimaginar distintos futuros. En la anterior presidencia de Trump tuvimos los años en donde el IPCC recibió más financiación, ya que los otros países al ver que USA quitó su dinero decidieron poner mucho más.
Los desafíos en términos de desigualdad, crisis climática y crisis hídrica que vive nuestro mundo nos obligan a organizar un nuevo modelo económico que no esté basado en el crecimiento infinito, el poder colonial y el pensamiento jerárquico; y para eso va a ser importante que construyamos y apliquemos ideas realizables y visionarias. La teoría monetaria moderna nos invita a pensar en gobiernos que no dependan de la deuda externa ni de fondos buitres para financiar sus necesidades. La imposición de impuestos planetarios a la riqueza que propone Lula permitiría evitar las dificultades en implementar políticas públicas nacionales que generan los paraísos fiscales. Cientos de miles de personas han decidido irse a vivir a ecoaldeas a buscar vivir de manera regenerativa. Es casi un acuerdo mundial en las ciencias sociales que el PIB es una pésima medida del bienestar. Estamos avanzando hacia nuevos ordenamientos.
Hoy nosotros, los creadores de nuevos mundos debemos sentirnos con el derecho a creer en una nueva utopía de la vida, saber articularla con precisión y que así hagamos de la regeneración de este mundo toda una revolución cultural.
Por: Daniel Gutiérrez Patino*
*El autor es fundador de Saving The Amazon.
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