Bogotá podría ahorrar hasta 78 millones de metros cúbicos de agua al año si se implementaran dispositivos ahorradores en los hogares. Esta cifra equivale a más de la mitad del suministro confiable del sistema norte de la ciudad.

Las lluvias han traído alivio temporal a la crisis de agua en Bogotá. El pasado 11 de abril, el alcalde de la ciudad, Carlos Fernando Galán, anunció que el racionamiento del líquido llegaría a su fin. “Después de un año, y gracias al compromiso de toda la ciudad, la crisis de agua más grave en la historia de Bogotá ha terminado“, dijo el burgomaestre.

Sin embargo, la amenaza de escasez de agua en Bogotá sigue vigente. Investigaciones recientes advierten que sin cambios estructurales en la gestión del recurso hídrico, la capital podría volver a enfrentar racionamientos más prolongados y severos.

La ciudad necesita pasar del manejo reactivo a una planificación robusta, con soluciones integrales que garanticen el abastecimiento a largo plazo. Lo que está en juego es la sostenibilidad del sistema y la calidad de vida de los ciudadanos.

Una amenaza vigente

A pesar de contar con un sistema de abastecimiento sólido, Bogotá no es autosuficiente en agua desde hace más de cuarenta años. La capital depende de trasvases desde la Cuenca del Orinoco, una solución que ha presionado los ecosistemas naturales y aumentado la vulnerabilidad del sistema hídrico.

Un estudio liderado por Andrés Chavarro e Isaac Dyne, de las universidades Politécnico Grancolombiano y Jorge Tadeo Lozano, advierte que si no se toman medidas de fondo, la ciudad enfrentará crisis más frecuentes con resultados mucho más severos, porque asi mismo el crecimiento urbano y la variabilidad climática no dan tregua.

Infraestructura que no da abasto

Construir una planta de tratamiento puede tardar hasta nueve años. En ese mismo tiempo, la ciudad sigue creciendo, con más habitantes y una demanda de agua cada vez mayor. Esto genera una presión insostenible sobre el sistema actual.

“En condiciones normales, la oferta y la demanda de agua están equilibradas”, explica Dyner. “Pero basta un evento extremo de sequía o retrasos en infraestructura para que el sistema colapse”. Sin una mejora sustancial en estos frentes, la infraestructura no podrá responder a la demanda futura.

Agua residual: un recurso desperdiciado

Bogotá descarga al año unos 567 millones de metros cúbicos de aguas residuales. Sin embargo, solo el 31% recibe algún tipo de tratamiento. Este subutilizado recurso podría convertirse en un aliado para aliviar la demanda del sistema actual.

Si se ampliaran los sistemas de tratamiento y distribución de aguas residuales, sería posible cubrir hasta el 40% del consumo total. Esto permitiría abastecer a la industria y a sectores como la ganadería, liberando presión sobre las fuentes tradicionales.

Soluciones sostenibles desde los hogares

El uso de dispositivos ahorradores de agua en los hogares bogotanos podría tener un impacto significativo. Grifos de bajo flujo, inodoros eficientes y lavadoras eco permiten reducir el consumo sin afectar la calidad de vida.

Un estudio de simulación reveló que estas tecnologías podrían ahorrar hasta 78 millones de metros cúbicos anuales. Para lograrlo, se requiere voluntad política, políticas de financiamiento y estrategias de subsidios que faciliten la adopción en todos los estratos sociales.

Lo que se necesita para proteger el agua

Modernizar la infraestructura hídrica es una prioridad impostergable. Agilizar la construcción de plantas, ampliar la capacidad de almacenamiento y mejorar los sistemas de distribución son pasos fundamentales para garantizar el abastecimiento.

Al mismo tiempo, se deben fortalecer los mecanismos de reutilización del agua, mejorar la gestión del consumo en el sector agropecuario y fomentar un uso más consciente en los hogares. Solo así se podrá construir un sistema hídrico fuerte frente a los retos del cambio climático.

De la emergencia a la transformación

La reciente temporada de lluvias ofrece un respiro, pero no puede convertirse en una excusa para bajar la guardia. La experiencia del último año debe marcar un antes y un después en la forma en que Bogotá gestiona el agua. Transformar el sistema requiere inversión, voluntad institucional y compromiso ciudadano. De lo contrario, la capital y la cuenca hidrográfica podrían enfrentar un futuro donde el agua deje de ser un recurso garantizado para todos.

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