Colombia conmemora el Día del Idioma el 23 de abril, cuando también se celebra el Día Internacional del Libro. ¿Qué errores son los que más cometen las personas con el idioma?

Tanto las Naciones Unidas como Colombia conmemoran el Día del Idioma el 23 de abril. En esta fecha, también se celebra el Día Internacional del Libro, uno de los objetos más prodigiosos y útiles creados por la humanidad.

A fin de aprovechar esta coyuntura, se examinarán a continuación ciertos usos de la lengua española sobre los cuales la mayoría de gente presenta dudas constantes y reiteradas.

El orden de los adjetivos. Por lo regular en el español, es posible cambiar el orden de un adjetivo junto a un sustantivo: “amplio camino” o “camino amplio”, “bella flor” o “flor bella”. Nótese, sin embargo, que se da cierto tono poético si el adjetivo va primero, y se destaca más la cualidad que el objeto. También, a veces, alterar esa disposición varía todo el sentido: “pobre joven” y “joven pobre”, “gran sujeto” y “sujeto grande”, “viejo amigo” y “amigo viejo”. Y hasta la castidad entra en juego: “puros hombres” y “hombres puros”.

Padre e hijo. La conjunción “y” se cambia por la “e” cuando enseguida viene una palabra que se inicia por el fonema “i”, para evitar la repetición de este último sonido: “Casa e iglesia”, “Pedro e Ignacio”, “gusto e interés”. En otros casos, si la palabra siguiente empieza por el sonido “ie”, que es distinto, sí debe conservarse la conjunción “y”: “Agua y hielo”, “león y hiena”, “plomo y hierro”, “flores y hierbas”.

“La calor” también es correcto. Esa palabra se ha usado en femenino durante muchísimos años y en muchos lugares en que hay población hispanohablante. Quizás el distanciamiento y la herencia inmediata, sin influencias externas, conservaron ese uso, sobre todo en zonas rurales. Sin embargo, muchos hablantes tratan con cierta sobradez a quien usa “la calor”, sin notar que ellos mismos usan el “literal” cuando nada es literal; el “claramente”, en una situación muy opaca; el “dale” y el “vale”, como si ordenaran golpear a alguien o ponerle precio. No obstante, es más recomendable usar “calor” en masculino.

Basta cambiar el artículo de una palabra para que esta sea otra. La orden, el orden; la radio, el radio; la capital, el capital; la editorial, el editorial; el frente, la frente; etc. Ahora, ¿qué sucede con “sartén”, “lente”, “terminal”, “corte”, “margen”, “cólera”, “chance”, “gel”?  En www.rae.es se encontrará la diferencia de cada una: la palabra será masculina si aparece la abreviatura m.; femenina si aparece la abreviatura f., y ambigua si aparece amb.  

Huérfano y orfanato. También están “hueso” y “óseo”; “hueco” y “oquedad”; “huevo”, “óvalo” y “ovoide”. Unas palabras están con hache y otras no, aunque son parientes cercanas (se ignora si por parte del padre o de la madre). Este cambio se dio en la Edad Media, porque las letras “u” y “v” se escribían ambas como “v”, pero cada una representaba un fonema distinto. Entonces, para distinguirlas, siempre se le anteponía la hache al sonido de “ue” (pero que estaba escrito “ve”), para que “ueso”, por ejemplo, no se leyera “veso”. Y el uso con hache se mantiene.

“Agua” es un sustantivo femenino: el agua. Entonces, ¿por qué se usa el artículo en masculino: “el”? El agua, el hacha, el águila, el ama, el arma y otras palabras semejantes llevan antepuesto el artículo “el” porque la primera sílaba es tónica (la que más fuerza lleva) y empieza por el fonema “a”. Si no, se produciría un sonido desagradable (cacofonía) en esa sucesión sonora: quedaría “la agua” o “la águila”. Por tanto, son correctas las siguientes expresiones: “el agua cristalina”, “la rebelde águila”, “el arma metálica”, “la afilada hacha”.  

Azúcar. “Azúcar moreno” o “azúcar morena” son usos correctos del español. A diferencia de “agua” y “hacha”, “azúcar” lleva el acento en la segunda sílaba, no en la primera, y puede usarse como masculina o femenina: “El azúcar blanco” o “la azúcar blanca”.

A escribir como quieran. Hay un término que se convierte en el alcahuete de quienes cometen horrores ortográficos, de aquellos que padecen el mal aliento en la escritura (como escribió Héctor Abad Faciolince). Se trata de “sebiche”, “seviche”, “ceviche”, “cebiche”: escríbanlos como deseen; cualquiera de las cuatro formas es correcta.

A propósito de “alcahuete”. Esta es una palabra masculina: “El amigo es un alcahuete del conductor”. En cambio, “alcahueta” es el vocablo femenino: “La amiga es una alcahueta del conductor”.

Los verbos ser y estar: Pocos idiomas distinguen estos dos verbos. El ser tiende a la permanencia; el estar es ocasional: “Él es muy alto”, “él está alto” (antes no lo estaba; era un niño). “Ella es triste” es distinto a “ella está triste” (por fortuna, ese ánimo es pasajero). Por eso, las características duraderas resultan absurdas, confusas o ridículas si se usa el verbo estar: “Hoy estás inteligente”, “estamos muy amables” (no siempre lo son), “los niños están personas que merecen respeto”. Con el verbo ser, también es extraño usarlo para situaciones momentáneas: “Ellos son desde temprano en la reunión”, “tú eres en la primera fila del teatro”. Sin embargo, hay muchos casos en que se usan con corrección uno u otro verbo; pero, cada vez, el sentido es otro: “la actriz es bella” (algunos creen que la belleza es eterna), “el niño está bello” (ya pasará el tiempo).

“Colaborador” no es “empleado” ni “trabajador”. Un eufemismo es una expresión usada para disimular un significado preciso, como “interrupción del embarazo” por “aborto”, “asesinato colectivo” en vez de “masacre” o “genocidio”; o “en estado de alicoramiento” por “borracho”. Y eso está pasando con “colaborador”, que alude a quien ayuda a otros de manera desinteresada, como el vecino que presta una herramienta para una labor doméstica. Sin embargo, con el colaborador no hay un contrato laboral con efectos legales; con el trabajador o el empleado, sí. ¡Es desacertado decirle “colaborador” al empleado!

Por: Jairo Valderrama*
*El autor es Doctor en Ciencias de la Información de la Universidad Austral (Argentina) y profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de la Sabana (Colombia).

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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