El papa Francisco marcó una era en la que la iglesia católica volvió a colocarse en el corazón de los debates sobre justicia social, ecología y economía. ¿Cuál es su legado?
El fallecimiento del papa Francisco marca el cierre de una era. Una era en la que, contra todo pronóstico, la Iglesia católica volvió a colocarse en el corazón de los debates sobre justicia social, ecología y economía. No fue un papa cualquiera. Fue un reformista. Un revolucionario. Un líder espiritual que, desde el trono de Pedro, se atrevió a confrontar los dogmas no escritos del capitalismo global y a denunciar, sin titubeos, los pecados estructurales de un sistema económico que margina, excluye y destruye.
Con Laudato si’, su encíclica publicada en mayo de 2015, Francisco hizo algo inédito: ofreció una visión profundamente ética, espiritual y política del colapso ecológico. No se limitó a hablar del cambio climático; lo vinculó con el hambre, la desigualdad, el extractivismo, el consumismo y la tecnocracia. Dijo lo que pocos líderes globales se atreven a decir: que la crisis ambiental es consecuencia directa de una economía construida sobre la fantasía del crecimiento infinito y el principio de maximización de la ganancia. Y que este paradigma es insostenible.
“El principio de maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración, es una distorsión conceptual de la economía”, escribió. También denunció la fe ciega en la tecnología, el sometimiento de la política a las finanzas y la absurda idea de que podemos explotar la Tierra más allá de sus límites naturales.
Pero Francisco no solo criticó, propuso. Dio forma a una nueva visión: la de la ecología integral. Una mirada que rechaza la separación entre naturaleza y sociedad, y que entiende que todo está interconectado: el agua, los suelos, los pueblos, las especies, los sistemas económicos. Bajo esta óptica, el cambio no es solo técnico ni político, sino cultural y espiritual.
En coherencia con esa visión, convocó a jóvenes economistas, activistas y emprendedores de todo el mundo a imaginar un nuevo modelo económico basado en el cuidado, la justicia y la vida. Así nació la Economía de Francisco, un movimiento global que reúne a miles de personas decididas a superar la lógica de la acumulación por una de solidaridad, regeneración y bien común. Inspirados por San Francisco de Asís, buscan reencantar la economía desde la compasión, el diálogo y la acción colectiva.
Laudato SI no quedó en el papel. Dio origen a redes, manifiestos, movilizaciones. Francisco ayudó a tender puentes entre la fe y la ciencia, entre el activismo y la espiritualidad, entre lo sagrado y lo político.
En un tiempo donde las estructuras globales tiemblan y los discursos se polarizan, su voz fue brújula. Y hoy, tras su partida, queda el desafío: continuar el camino que él ayudó a abrir. Un camino que no solo exige reciclar plásticos o cambiar focos, sino replantear las bases mismas del sistema económico. Francisco entendió que sin una economía al servicio de la vida, no hay futuro posible.
Su legado nos interpela a imaginar lo que él ya vislumbraba: una civilización capaz de convivir, cuidar y compartir. Que su luz siga guiando a quienes creemos que otro mundo no solo es posible, sino necesario.
Por: Daniel Gutiérrez Patino*
*El autor es fundador de Saving The Amazon.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.
Lea también: Esto es lo que debe saber sobre la Ley de Ciudades Verdes aprobada por el Congreso