Históricamente las encíclicas papales han influido en discusiones sobre mercados, pobreza, deuda y desarrollo, y son tomadas en serio por gobiernos, organismos multilaterales, ONGs y economistas. ¿Qué esperar con este nuevo Papa?

La figura del Papa mantiene un poder real en el debate económico global, no obstante que el catolicismo representa hoy apenas el 17% de la población mundial, con cerca de 1.406 millones de fieles según datos del Vaticano.

Históricamente las encíclicas papales han influido en discusiones sobre mercados, pobreza, deuda y desarrollo, y son tomadas en serio por gobiernos, organismos multilaterales, ONGs y economistas. Los papas no legislan ni dirigen bancos centrales, pero lo que plantean en materia económica ha tenido impacto concreto en el diseño de políticas públicas. Así lo muestran las contribuciones de León XIII, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, cuyas encíclicas ayudaron a moldear el pensamiento económico contemporáneo en temas como el trabajo, la justicia social, la economía de mercado, la globalización y el medio ambiente.

El papel protagónico del papado en los asuntos económicos y sociales se remonta al papa León XIII, quien en 1891 publicó la encíclica Rerum Novarum (De las cosas nuevas), considerada el punto de partida de la doctrina social de la Iglesia Católica. En ella, León XIII abordó por primera vez con profundidad los problemas del trabajo, la desigualdad, los derechos de los obreros, la función social de la propiedad y la necesidad de un orden económico justo.

En pleno choque entre el capitalismo salvaje y el socialismo marxista de la revolución industrial, el papa León XIII asumió una posición equilibrada al defender la propiedad privada, la dignidad del trabajo y el derecho de los trabajadores a asociarse. Como consecuencia, muchas legislaciones laborales en Europa y América Latina han tomado principios de esa encíclica. Sin embargo, también es preciso resaltar que en el punto 2 de Rerum Novarum lanzó una fuerte crítica al socialismo, al afirmar que tratar de eliminar la propiedad privada no resuelve la desigualdad, sino que termina afectando a los mismos trabajadores, genera injusticias y pone en riesgo el orden social.

Ochenta y ocho años después de Rerum Novarum, Juan Pablo II asumió el papado en 1978, en plena crisis económica y con el socialismo aún vigente en Europa del Este. Desde su experiencia en la Polonia comunista, fue un crítico enérgico de los regímenes que negaban la libertad, la propiedad y la dignidad del trabajo. En 1991, al cumplirse un siglo de la encíclica de León XIII, publicó Centesimus Annus(El año centésimo), donde analiza el colapso del comunismo, señala los errores estructurales del socialismo real, entre ellos la eliminación de la propiedad privada y la supresión de la libertad individual, y plantea una alternativa ética. Reconoce el valor del mercado, pero advierte sus límites, critica el consumismo, el materialismo y la desigualdad, y propone una economía con rostro humano, basada en la persona.

Ampliando el terreno abierto por Juan Pablo II, Benedicto XVI publicó en 2009 la encíclica Caritas in Veritate (La caridad en la verdad), centrada en el desarrollo humano integral. Escrita tras la crisis financiera de 2008, denuncia la ruptura entre ética y economía, y propone una globalización con responsabilidad moral. Cuestiona la lógica del lucro como fin único, plantea un modelo más humano, sostenible y justo, y desarrolla el concepto de “lógica del don”, una visión basada en la gratuidad y la solidaridad. Su mensaje fue analizado como una propuesta rigurosa ante los vacíos morales evidenciados por la crisis financiera de ese año, y propició profundos análisis en medios internacionales, así como debates académicos en universidades de todo el mundo.

Posteriormente, en un contexto de creciente preocupación por el cambio climático, la desigualdad social y la fragilidad del sistema económico global, el papa Francisco escribió dos encíclicas que marcaron su pensamiento económico y social. En Laudato Si’ (Alabado seas), publicada en 2015, plantea una ecología integral como base del cuidado de la casa común, y en Fratelli Tutti (Hermanos todos), en 2020, propone la fraternidad y la amistad social como fundamentos de una nueva convivencia. En ambos textos, critica con firmeza lo que consideraba un modelo económico que genera exclusión, degrada el ambiente y profundiza la desigualdad, una visión que resume con la expresión “una economía que mata”. Frente a eso, plantea una economía fundamentada en la dignidad humana, con visión ecológica y solidaria.

En cuanto al recién elegido papa León XIV, aún no hay total claridad sobre cuál será su postura frente a la economía. Sin embargo, comienzan a aparecer algunas señales a partir del nombre que eligió, su formación agustiniana y las primeras intervenciones que ha tenido en estos primeros días de pontificado.

En su primer encuentro con los cardenales, León XIV explicó que eligió su nombre en homenaje a León XIII, convencido de que su legado sigue siendo vigente para enfrentar los desafíos de la actual revolución tecnológica y de la inteligencia artificial, en particular en lo relacionado con la defensa de la dignidad humana, la justicia y el valor del trabajo.

Todo indica que León XIV seguirá la línea de León XIII, con un estilo más propositivo que confrontativo, aunque claro y firme frente a los desequilibrios del sistema. No parece llamado a la denuncia permanente, sino a ofrecer criterios ponderados en un modelo global cada vez más presionado por el avance tecnológico, que transforma el empleo y redefine el papel del ser humano; por la fragmentación del comercio internacional, marcada por tensiones geopolíticas, guerras arancelarias y el retroceso del multilateralismo; por la creciente concentración del poder económico en manos de grandes conglomerados financieros y tecnológicos; y por una pérdida de confianza en las instituciones que durante décadas dieron estabilidad a las reglas del juego económico.

En síntesis, es muy probable que León XIV imprima a su pontificado una actualización de los principios de Rerum Novarum, en un entorno económico mucho más complejo que el de la revolución industrial. Esto, considerando que aquella encíclica sostenía que el orden económico solo es viable cuando protege la propiedad, dignifica el trabajo y promueve la justicia social como base de la estabilidad. Ese enfoque, aplicado a los desafíos actuales, bien podría marcar el rumbo de su pensamiento económico.

Por: Iván Darío Arroyave*
*El autor es consultor empresarial. Se ha desempeñado como presidente de la Bolsa Mercantil de Colombia, decano de postgrados de la Universidad EIA, director de posgrados en finanzas de la Universidad de la Sabana y consultor del Banco mundial. 

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