Muchos líderes creen que no pueden ser vulnerables y por eso ocultan lo que pasa en sus vidas: divorcios, enfermedades, estrés. Las crisis emocionales no son sinónimo de debilidad. ¿Cómo gestionarlo?
Puedes tener una agenda llena, un equipo que te admira y una carrera brillante… y aun así, sentir que te estás desmoronando por dentro. El liderazgo moderno no siempre colapsa con gritos. A veces se rompe en silencio, entre sonrisas profesionales, vuelos cancelados y respuestas pendientes.
Esta columna es para quienes han sostenido reuniones mientras contenían lágrimas. Para quienes han sentido que pedir ayuda podría costarles reputación, respeto o poder. Si tú también has llevado la capa de líder mientras te rompías por dentro, no estás solo.
El sesgo del invulnerable
Juan es vicepresidente regional en una multinacional. Su carrera era impecable. Vivía en aeropuertos, negociaciones de alto nivel y comités directivos. Hasta que una mañana, justo antes de abordar un vuelo a Londres para una reunión clave con la casa matriz, el cuerpo le dijo basta: Mareo, sudor frío, respiración entrecortada. Ataque de pánico. Se bajó del avión.
Durante días, evitó responder mensajes. No por falta de compromiso, sino por vergüenza. ¿Cómo explicarle a su jefe que no fue un problema logístico, sino emocional? ¿Cómo confesar que, a pesar de todo su éxito, algo dentro de él se estaba desmoronando?
Como Juan, muchos líderes atraviesan crisis invisibles. Cuidan a padres enfermos, enfrentan rupturas en sus matrimonios, acompañan diagnósticos difíciles o simplemente lidian con un estrés crónico que ya no pueden metabolizar. Pero no lo dicen. Porque la cultura del alto rendimiento ha glorificado la invulnerabilidad. Porque se espera que puedan con todo. Porque sienten que si muestran la grieta, se derrumba el respeto.
Lo que no se dice, se somatiza. Y el cuerpo grita lo que la boca calla. La neurociencia lo confirma: el estrés sostenido modifica regiones cerebrales como la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal, alterando nuestra capacidad de regular emociones, tomar decisiones y pensar con claridad.
¿Qué hacer cuando el dolor entra a la sala de juntas?
Acompañando a cientos de líderes, he visto cómo una crisis puede ser el punto de quiebre… o el comienzo de una nueva forma de liderar. Aquí te comparto cuatro claves que hacen la diferencia cuando tu mundo personal colapsa mientras aún necesitas sostener el profesional:
1. Gestiona la narrativa antes de que otros lo hagan por ti
Cuando estás ausente en momentos clave, es mejor ser tú quien cuente la historia. Una frase clara y firme puede evitar rumores o suposiciones: “Estoy atravesando un tema personal de salud mental. Agradezco tu comprensión y apoyo.”
El silencio alimenta el juicio. La sobreexposición, la vulnerabilidad mal manejada. Encuentra tu equilibrio y comunica con dignidad, no hay nada de malo, ni de ¨raro¨ en estar pasando un momento de crisis emocional, todos hemos esta allí.
2. Pide lo que necesitas con claridad
Una crisis no exige que expliques todo. Pero sí requiere que marques límites y gestiones expectativas. “No necesito soluciones, solo que me escuches”. “Esta semana cerraré agenda a las 5 p.m. Todo lo demás, lo reprogramamos”. Lo que no se dice se interpreta. Y la ambigüedad genera ansiedad innecesaria en los equipos. La claridad es liderazgo emocional.
3. El autocuidado no es lujo: es supervivencia
El error más común de un líder en crisis es poner el autocuidado al final de la lista. Juan recuperó el control con un ritual simple: caminar 20 minutos cada mañana sin celular, practicar la respiración profunda y mejorar sus hábitos de sueño. Ese protocolo de micropasos fue su punto de partida.
No necesitas horas. Solo constancia. Respirar, escribir, moverte, desconectarte. Lo importante no es la cantidad, sino que suceda, recuerda el cerebro no cambia con intensidad, sino con repetición de conductas.
4. Apóyate en tu círculo de confianza
Durante su recuperación, Juan descubrió que tres personas clave en su equipo también estaban atravesando crisis emocionales. Habló. Se atrevió. Y sin planearlo, inició una nueva cultura en su liderazgo: más humana, más real, más fuerte. No saldrás de esto solo. Una pareja empática, amigos verdaderos, un terapeuta, tu equipo cercano… son tus líneas de vida.
El liderazgo compasivo no empieza en los demás. Empieza en ti. Y se contagia.
¿Qué pasa después del colapso?
Algunos problemas se resuelven. Otros se integran. Pero todos transforman. Juan volvió a Londres meses después. No solo con presentaciones más sólidas, sino con una presencia más plena. Volvió más sabio, empático y autocompasivo. Y hoy, acompaña a otros líderes en momentos difíciles en la compañía. Porque entendió que el liderazgo real no se mide solo en resultados, sino en humanidad.
Ningún líder debería sentir vergüenza por necesitar ayuda. No somos máquinas. Somos seres humanos con responsabilidades extraordinarias. Reconocer tus límites no te hace débil. Te hace consciente. Y eso, en este mundo, es liderazgo del bueno.
Por: Blanca Mery Sánchez
*La autora es máster en neurociencia aplicada al alto rendimiento y la felicidad, escritora, conferencista y directora de la compañía Mente Sana.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.
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