En neurociencia tomarse una pausa no es perder tiempo, es optimizar la capacidad cerebral. ¿Cómo tomarse una para volver mejor a lo que se dejó pendiente?
En la cultura empresarial, la actividad constante suele equipararse con productividad y liderazgo efectivo. Sin embargo, la neurociencia revela una verdad incómoda: tomarse una pausa no es perder tiempo, es optimizar la capacidad cerebral.
Recientes hallazgos publicados en Nature Neuroscience demuestran que, durante los momentos de reposo, se activa la Red por Defecto (Default Mode Network, DMN). Este complejo sistema neuronal consolida aprendizajes, integra información dispersa y fortalece las funciones ejecutivas. Es en esos espacios de quietud donde la neuroplasticidad se acelera, generando nuevas conexiones sinápticas que potencian la creatividad, la flexibilidad cognitiva y la toma de decisiones estratégicas.
Hace seis meses, Andrés, CFO de una multinacional farmacéutica, llegó a su sesión de neurocoaching con una confesión contundente: “Siento que mi cerebro está colapsado. Paso de reunión en reunión, resuelvo todo rápido, pero cuando me piden innovación, no tengo nada y esto me abruma, no me quiero volver obsoleto.”
Su agenda era un campo de batalla: jornadas sin pausas, almuerzos frente al computador, decisiones estratégicas tomadas desde un estado mental saturado. Su KPI visible —productividad operativa— se mantenía intocable. Pero su KPI invisible —la calidad de sus decisiones y su capacidad para generar soluciones originales— estaba en declive.
Le propuse un experimento sencillo, basado en la evidencia científica sobre la red por defecto y neuroplasticidad ejecutiva:
- Micro-pausas neuroplásticas: cada dos horas, dos minutos de respiración profunda con mirada al horizonte.
- Bloques de pausa estratégica: dos horas semanales sin agenda, protegidas como una cita inaplazable con el CEO.
Durante estas pausas, su cerebro entraba en un modo de reorganización neuronal que conecta datos dispersos y consolida aprendizajes profundos. Es el principio biológico de la neuroplasticidad ejecutiva: nuevas sinapsis que optimizan el pensamiento estratégico, la resolución de problemas complejos y la creatividad aplicada.
Cuatro semanas después, Andrés reportó:
“No solo estoy decidiendo mejor. Estoy más tranquilo, más presente en las reuniones, y mi equipo dice que detecto oportunidades que antes pasaban desapercibidas.”
A los tres meses, su impacto era evidente: menos reprocesos, decisiones más claras y ágiles, y un aumento del 20 % en propuestas de optimización validadas por su comité directivo. Sin embargo, el cambio más transformador no figuraba en sus métricas: recuperó “los poderes”, volvió la claridad mental, esa sensación de dominio mental perdida entre correos urgentes y comités interminables. Descubrió que pausar no es detenerse, es entrar a “pits mentales” y reorganizar su cerebro para liderar con sabiduría.
Este tipo de intervenciones no requiere CAPEX ni consultores costosos. En un contexto latinoamericano, donde la adaptabilidad es un activo natural, cultivar microespacios de pausa se convierte en una ventaja competitiva low-cost, reduciendo la reactividad y acelerando la agilidad mental.
Si eres un líder con la agenda saturada, pregúntate: ¿cuántas de tus decisiones críticas estás tomando con un cerebro sobrecargado? Más importante aún, ¿qué ideas superiores podrían surgir si te atrevieras a pausar?
La verdadera productividad no proviene de la saturación de tareas, sino de la capacidad de crear espacios para reorganizar la mente y, con ello, reorganizar el futuro de tu liderazgo.
¿Estas listo para convertirte en un neurolider? Nos leemos en la próxima columna.
Por: Blanca Mery Sánchez
*La autora es máster en neurociencia aplicada al alto rendimiento y la felicidad, escritora, conferencista y directora de la compañía Mente Sana.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.
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