Los analistas de JP Morgan apuntan a que Colombia terminará el 2022 con una tasa de crecimiento del 8%, mientras que para el 2023 alcanzará 1%.

La experiencia internacional puede estar mostrando que estamos cerca a los niveles máximos de inflación en el mundo desarrollado, y probablemente también en el mundo emergente. Por ejemplo, el indicador de noviembre llegó a 12,5% para Colombia, reflejando la cifra más alta en la historia del país desde marzo de 1999. Si se tiene en cuenta que los últimos números de EE.UU. estuvieron cuatro décimas por debajo de los anteriores, el optimismo local podría aflorar antes de que acabe el año.

Al respecto, la CEO de JP Morgan para Colombia, Ángela Hurtado, comentó en entrevista con Forbes que eso ayudaría a reducir los temores de presiones monetarias adicionales por parte de los bancos centrales. “En este momento, nuestra expectativa es que la Reserva Federal suba tasas alrededor del 5% (…) Con la información actual, no habría necesidad de que la Reserva Federal tome una política monetaria muchísimo más agresiva y tengan que subir las tasas mucho más del 5%”, añadió.

Lo anterior ayudaría a calmar en algo la sensación de que los países emergentes tengan que seguir subiendo tasas en un momento en que casi todos han hecho una labor muy agresiva, pero eso no significa que la Reserva Federal implemente una reducción inmediata de tasas de interés, pues una decisión de tal calibre va a ser muy dependiente del riesgo asociado a la recesión.

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“Para el 2023, mi expectativa es que pasemos de tener un enfoque a la política monetaria, a ver la forma como la reducción de los balances de los bancos centrales se va a seguir materializando. Este va a ser un factor muy importante en la primera mitad del próximo año, pues hará que los mercados emergentes, y en general las condiciones financieras a nivel internacional, sigan muy sensibles”, sostuvo la directiva.

Bajo esta perspectiva, es probable que Colombia se mantenga en unos niveles más altos de inflación durante un tiempo más prolongado, lo que limitaría la capacidad del Banco de la República de bajar tasas de interés en un período corto. Y es que todavía hay unos elementos importantes que no se pueden descuidar.

El primero es la negociación del salario mínimo, que puede generar unos niveles de indexación importantes para el próximo año, y el segundo es la reducción del subsidio de la gasolina, que también debería producir una presión inflacionaria en la medida que los precios se acomoden mucho más al rango internacional.

En el caso del salario mínimo, Hurtado mencionó que el gobierno tiene un reto importante para encontrar el nivel de incremento adecuado que garantice un 2023 donde evidentemente no se pierda el poder adquisitivo de los colombianos, pero de alguna forma, que sea el reflejo de una situación difícil. “Al final no podemos amenazar la creación de empleo ni la generación de riqueza, que nos permiten garantizar el desarrollo a largo plazo”.

¿Nos salvaremos de la recesión?

Los analistas e JP Morgan piensan que Colombia va a terminar el 2022 con una tasa de crecimiento del 8%, mientras que para el 2023 habrá una cifra cercana al 1%. Parece una desaceleración importante, pero hay que recordar que el nivel de crecimiento económico no es sostenible por los desbalances que aún presenta el país.

Para Hurtado, el trabajo que está haciendo el Banco de la República al subir las tasas de interés es “doloroso pero necesario” para garantizar que el país no se arriesgue a tener un desbalance tanto económico como financiero que pueda provocar un ajuste mucho más doloroso.

“Después, podríamos estar hablando de tasas de crecimiento alrededor de 2,5% en el 2024. El reto es cómo logramos crecer por encima de nuestro potencial para garantizar que podamos generar riqueza y tener unos mejores indicadores de empleo para todo el país”, señaló.

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Cabe resaltar que el crecimiento económico que ha tenido Colombia en los últimos dos años se debe a un impulso fiscal muy fuerte y por un efecto rebote tras la pandemia de Covid-19 y el confinamiento de 2020. A partir de ahí, el reto que tiene el Gobierno para 2023 involucra tomar decisiones mucho más responsables alrededor de los temas fiscales, acompañadas de una política monetaria del BanRep importante y es relevante para corregir la inflación en largo plazo.

Ante dicho panorama, es factible afirmar que 2023 todavía será un año retador debido a la desaceleración, pero eso no implcaría que Colombia vaya a tener una recesión. “Yo soy un poco más optimista aún de los datos que se están viendo (…) Tenemos una oportunidad gigante de trabajar en muchas de las partes que nos podrían generar muchísimo más crecimiento, como es el caso de infraestructura, entonces si logramos tener menos dudas alrededor de las reformas y un plan claro hacia dónde vamos, se podría generar la certidumbre que se requiere para mantener la inversión privada de una forma dinámica“, comentó.

Sobre ese tema, Hurtado destacó que todos los países emergentes tuvieron salidas de flujos de capital de más de 80.000 millones de dólares en renta fija para 2022, mientras que en el caso colombiano la cifra de inflows apenas se acerca a 5.000 millones de dólares, reflejando la credibilidad que tiene Colombia frente a los inversionistas internacionales. Por ello, 2023 necesita que el gobierno se comprometa con las reformas de sostenibilidad fiscal para garantizar crecimiento y que ese apoyo de los inversionistas internacionales siga siendo consistente.

Financiamiento a largo plazo

Otro de los elementos más importantes para 2023 apunta a que el país necesita financiamiento de largo plazo. Para ello debe existir una credibilidad clara, sin importar que las tasas de corto plazo sean altas. Según Hurtado, si uno tiene credibilidad en el largo plazo, muchas veces esas tasas de financiamiento pueden estar por debajo de las tasas de corto plazo.

En segundo lugar, tiene que haber un esquema claro alrededor de la institucionalidad. En la medida en que existan discusiones claras, abiertas y responsables alrededor de las reformas que se están planteando actualmente, principalmente la reforma pensional, y se siga impulsando de forma consistente el sector de la infraestructura, Colombia puede tener elementos claros para que la confianza de los inversionistas internacionales se mantenga.

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Adicionalmente, el país necesita garantizar y mantener la independencia y el trabajo que está haciendo el Banco de la República. Para Hurtado, el trabajo alrededor de la institucionalidad tiene que ser de todos los días, pero eso también implica entender cuáles son las prioridades del nuevo gobierno y cómo se desarrollan las conversaciones en torno a ellas.

“Creo que es un momento complejo en el sentido en el que cada vez que tenemos un cambio de gobierno, tanto en Colombia como en la región, entramos con mucha expectativa de cuáles van a ser los objetivos de la nueva administración. En nuestro caso particular, recibimos con muy buenos ojos el hecho de que una de las primeras tareas del gobierno fuera perseguir una reforma tributaria, pues mostraba el compromiso del Gobierno alrededor de la estabilidad fiscal”, agregó.

Con la subida de tasas de interés en los bancos centrales, la aceleración de la inflación local y unas condiciones financieras a nivel internacional muchísimo más deterioradas, no es descabellado que la sensibilidad hacia los mercados sea mucho más alta, lo que ha generado mucha incertidumbre alrededor de las decisiones que se quieren tomar en sectores particularmente relevantes para la economía colombiana, como el sector minero energético, pues hace parte de las conversaciones que se tienen que seguir dando entre el sector privado, sector público y los distintos actores del mercado.

Transición energética

Tenemos que partir de la base de que todo el mundo quiere hablar y está comprometido con la transición energética, Sin entrar en demasiado detalle sobre las discusiones, Hurtado subrayó que es importante reconocer la realidad de Colombia, así como la importancia del sector minero energético para la construcción de país en muchos sectores. “El impacto al crecimiento de Colombia del sector minero energético no se limita al aporte tributario y al aporte de divisas, creo que es un aporte muchísimo más transversal”, detalló.

En ese orden de ideas, tiene que haber una conversación muy abierta en la que se reconozca la necesidad y la urgencia de hacer una transición energética, pero de una forma que permita contar con los recursos para poder llevarla a cabo, que no amenace la confiabilidad y la estabilidad del sector, y que no necesariamente genere un desbalance de los términos de intercambio y particularmente de las finanzas del país.

“Creo que el diagnóstico, los esfuerzos y el objetivo son claros. El ejercicio es tener la capacidad de sentarnos, conversar y llegar a acuerdos para poder lograr una transición energética que permita lograr los objetivos lo más rápido posible, pero de una forma responsable y que y que nos permita garantizar la sostenibilidad del sistema”, explicó.

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De ahí que los esfuerzos tienen que ser en muchos sectores, teniendo en cuenta que Colombia cuenta con el hidrógeno verde, la energía eólica, solar, geotérmica y mareomotríz como alternativas cuyo desarrollo puede contribuir a descarbonizar la matriz energética nacional, según comentó la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, en diálogos previos con Forbes.

En cuanto al aporte de JP Morgan en particular, Hurtado resaltó que “somos uno de los bancos con un mayor compromiso alrededor del cambio climático, y esos compromisos son a nivel internacional. Al final eso se traduce en que estamos siendo muy estrictos en la forma como se analiza el impacto de las inversiones y de los créditos en clientes“.

Colombia también tiene unas necesidades muy claras desde el punto de vista de infraestructura vial y energética. En ese aspecto, JP Morgan también aporta al leer la experiencia internacional, entender los distintos ejercicios que se han hecho en otros países, traer ese tipo de soluciones innovadoras a la mesa, buscar financiamientos innovadores y más baratos.

Eso se ve reflejado en que existe una presión importante para que tanto bancos como clientes estén comprometidos con la transición. Al final, el tema de financiamiento es prioritario para los mismos clientes, y en la medida en que los bancos tengan un compromiso claro, la movilización de los recursos se hará de una forma mucho más eficiente hacia una transición energética más sostenida.

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