Gustavo Petro cumple su primer año de gobierno en medio de varias encrucijadas. Mientras pierde cada vez más popularidad en el país, y tanto el margen político como el económico se reducen, su imagen internacional se mantiene en constante crecimiento. Estas son las múltiples facetas del primer presidente de izquierda en la historia de Colombia.

Cuando viajé con el presidente Gustavo Petro a Bruselas, lo último que pensé fue encontrármelo deambulando por la Grand Place como cualquier turista, apenas acompañado por un par de escoltas y el embajador de Colombia ante la Unión Europea (UE), Jorge Rojas. Pese a que el mandatario tampoco esperaba toparse con la delegación entera de periodistas que lo acompañaban a la cumbre de la UE y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) a mediados de julio, se mostró cercano y amable, incluso bromista. Tanto así, que mis esperanzas de lograr una entrevista con él, justo en la víspera de su primer año de gobierno, aumentaron.

Desafortunadamente, ese fue el único momento en el que lo tuve cerca durante los cuatro días que duró el cubrimiento, pues se mostró esquivo y distante en lo que restó de su agenda por la capital política de Europa, casi como si quisiera huir de las preguntas de los periodistas que él mismo convocó. En el caso de Forbes Colombia, las evasivas vienen desde hace más de un año, tiempo en el que hemos intentado acercarnos a Casa de Nariño para obtener una entrevista con el Presidente sin respuesta alguna. Ni siquiera cuando el tema central del reportaje es, precisamente, el primer año de su administración.

Lo más complejo de que Petro se muestre tan distante es que no suele representar su forma de ser, al menos por lo que muestra en sus apariciones públicas. Cabe mencionar en este caso su llegada a la Universidad Libre de Bruselas el pasado 17 de julio, donde pronunció un discurso ante decenas de personas que vitoreaban su nombre, o las celebraciones del 20 de julio en San Andrés, donde sus palabras provocaron la euforia de toda la isla, pese a un frío recibimiento inicial.  

Uno podría pensar que el mandatario solo se muestra cercano y afable en escenarios donde sabe que encontrará un comité de aplausos, pues en escenarios como la Convención Bancaria o el congreso de Naturgas suele dejar plantados a los asistentes o llegar con varias horas de retraso, patrón que se hace evidente en sus más de 80 incumplimientos de agenda en lo que va de gobierno. A pesar de ser una actitud riesgosa, es coherente con lo que es Petro, según explicó el analista internacional de la Universidad del Rosario, Mauricio Jaramillo Jassir.

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“Petro tiene un lado de incorrección política anti-establecimiento cuando habla de los ‘ricos blanquitos’, de una clase media arribista que sale a protestar, e incluso cuando se refiere a los empresarios. Deliberadamente utiliza el discurso anti-establecimiento en términos económicos porque él hace parte del establecimiento político, porque sabe que le es muy redituable y mucha gente le cree cuando él dice que ese establecimiento nos dio la espalda durante mucho tiempo”, añadió el experto.

Pero de otra parte, el Presidente ha mostrado una faceta que no deja de sorprender. Nombró en el Banco de la República a una economista de tradición como Olga Lucía Acosta. Casi nadie reparó en ello. El mensaje es claro, más viniendo de un Presidente que siendo candidato sugirió que el Banrep le prestara recursos de emisión al Gobierno para enfrentar la pandemia. Hoy se puede decir que el país cerró un capítulo exitoso de política monetaria que llevó finalmente a controlar la inflación. Petro dice que fue él; hay que darle crédito, porque es el primer presidente de izquierda que no fue un obstáculo para que el Emisor cumpliera su tarea.

También hay que señalar que puso en el ministerio de Hacienda a un funcionario –José Antonio Ocampo– que dejó tranquilos a los mercados internacionales y que le sacó adelante la más ambiciosa reforma tributaria de los últimos tiempos. Como si fuera poco, el Gobierno Petro ha decidido eliminar el subsidio a la gasolina, una estrategia que ni los mismos Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque quisieron o pudieron siquiera considerar por lo impopular.

Su otra faceta (la del agitador de balcón y el populista redomado) puede resultar peligrosa en un país tan dividido; el mandatario se dio cuenta que es la única manera de gobernar: teniendo a lo que él entiende como la ‘gente del pueblo’ de su lado. Y de ahí salen sus anuncios como el de intervenir las tarifas de servicios, peajes y Soat (todo lo cual ha salido mal). Para hacer política, Petro no le quita la mirada a la galería.

Gustavo Petro – Ilustración Paula Acosta

“Sin eso va a ser muy difícil. Si él abandona esa base y suaviza el discurso con el establecimiento económico, va a perder. En ese dilema que tiene en la mente, él se queda con eso, a expensas muchas veces incluso de la gobernabilidad”, detalló Jaramillo.

Contra todo pronóstico, eso le podría seguir funcionando en el contexto internacional, si se tiene en cuenta que es poco lo que se sabe afuera sobre todo lo que ocurre en el país. Es distinto, por ejemplo, a lo que pasa en Argentina, donde los temas internos como el mal manejo de la economía han llevado la deuda externa a niveles estratosféricos y a la inflación en 115,6% con corte a junio. En el resto del planeta, estos asuntos son muy mal vistos.

Pero Petro consiguió algo que, por ejemplo, no lograron sus homólogos Alberto Fernández ni Gabriel Boric: separar los problemas internos de su imagen internacional. El manejo de la economía ha sido clave: mantener el anclaje macroeconómico con estabilidad monetaria y fortalecimiento de los ingresos con la reforma tributaria son un coctel que les gusta mucho a los expertos de afuera.

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Pero en el frente interno, las cosas en materia de popularidad no marchan bien. Las últimas encuestas de Invamer y Datexco muestran que la percepción negativa del presidente ronda el 60%. Sin embargo, si tomamos como referencia el júbilo de los sanandresanos tras el fallo de La Haya, las victorias internacionales pueden ser su as bajo la manga.

Tan separado ha estado el terreno nacional del panorama internacional que ni siquiera tuvo efecto la salida de José Antonio Ocampo del Ministerio de Hacienda, lejos de lo que hubiera pensado cualquier experto en la materia, pues para entonces se rumoraba que podía tener un impacto en la calificación de riesgo país, en la inversión y en el comportamiento del dólar, pero en realidad no pasó nada. Posteriormente, llegó Ricardo Bonilla a la cartera y no ha habido ningún cataclismo. De hecho, las cifras de inversión extranjera directa en el primer semestre sorprendieron a todos: llegaron US$7.790 millones, casi 27% más que en el mismo periodo del año pasado. El “Efecto Petro” no se sintió.

Por ahora, hay consenso en que, mientras el Presidente no se meta con la independencia del Banco Central, ni con las Cortes o el Congreso, lo demás son peleas internas que no terminan por empañar su labor. No obstante, hay un elemento de la política macroeconómica con el que el mandatario está coqueteando peligrosamente y puede crear complicaciones: el incremento exagerado del gasto público.

Panorama fiscal

Una de las preguntas que el mandatario no respondió al equipo de Forbes Colombia, pese a recibirla con anticipación, era hasta dónde está dispuesto su gobierno a llevar el nivel de gasto para financiar sus políticas. En este momento hay preocupaciones importantes que tienen que ver con el resultado del déficit fiscal, es decir, los ingresos menos el gasto, de acuerdo con el director técnico del Comité Autónomo de la Regla Fiscal (CARF), Andrés Velasco.

En primer lugar, la más reciente edición del Marco Fiscal de Mediano Plazo (MFMP) muestra deterioros importantes en 2024, básicamente porque se consideran ingresos coyunturales (por cuenta de gestión de la Dian con pleitos y arbitramentos) para financiar gasto estructural y porque no se ha estimado, por el lado del gasto, el impacto de las reformas que ahora mismo se discuten en el Congreso, como la de salud y la de pensiones.

Al mismo tiempo, la regla fiscal es más dura que antes, y esto impone metas más drásticas de déficit primario estructural. Además de que impide pagar gasto corriente con ingresos temporales, la norma pone la mira en la reducción real en el nivel de deuda, cosa que no ocurría con la regla anterior. La verdad es que se entiende el porqué de este cambio cuando la deuda externa de 2024 llegará a 59,7% del PIB, cifra considerablemente superior al 49,3% registrado en 2018, según números revelados por el director del Departamento Nacional de Planeación (DNP), Jorge Iván González.

De otra parte, los expertos consideran que hay demasiado optimismo sobre la corrección en las tasas de interés de la deuda, lo que solo sería posible en un escenario de tasa de cambio nominal más baja, inflación moderada e indicadores positivos de liquidez financiera. Todo lo anterior depende de una senda de corrección tanto en el déficit fiscal como en el de cuenta corriente. Pero justamente eso es lo que no se ve claro.

“Entre más altos los intereses, mayor será la deuda, lo que complica el panorama para el 2026. El 2024 también plantearía retos como una posible persistencia en la inflación y un crecimiento económico bajo, rondando 1,5%. Por eso se necesitan colchones”, añadió Velasco.

“Deliberadamente usa el discurso anti establecimiento en términos económicos porque hace parte del establecimiento político, sabe que le es muy redituable y mucha gente le cree”

Mauricio Jaramillo Jassir, analista internacional de la Universidad del Rosario

“Entre más altos los intereses, mayor será la deuda, lo que complica el panorama para el 2026”

Andrés Velasco, director técnico de la CARF

De ahí que el gobierno esté más que convencido de pagar el Fondo de Estabilización de Precios del Combustible (FEPC), que le asegura menos gasto hasta por $40 billones anuales, cifra equivalente a dos veces la suma que recaudó su reforma tributaria. Con esa movida, el MFMP proyecta que la gasolina dará superávit para 2024, subiendo por encima del precio interno, llevando el déficit a ceros y dando 0,5% positivo del PIB. Eso lo que significaría es que el Gobierno habría liberado con gran esfuerzo varios puntos del PIB en gasto, lo que sería no solo una política ortodoxa y adecuada, sino que le daría muchos más recursos para financiar su estrategia de gobierno.

La pregunta que queda en el aire es cómo un gobierno que logró recaudar toda esa cantidad de dinero, puede llegar a enfrentar problemas para cumplir la regla fiscal. Esa es la primera alarma que se enciende.

Velasco dice que también habrá presiones fiscales si el dólar sigue cayendo. El promedio de la Tasa Representativa del Mercado (TRM) en el MFMP estaba proyectado en $4.640 para finales de 2023. Pero es claro que no se alcanzará ese nivel con un dólar cercano a los $4.000. En el mejor de los casos, tendrá un promedio cercano a los $4.300 para final de año. Así, lo más probable es que “vamos a pagar menos deuda, pero los ingresos externos se caen más que los intereses, generando un faltante de 1,15% del PIB”, señaló Velasco.

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También hay que tener en cuenta que, durante todo el periodo desde las elecciones del 19 de junio y de ahí en adelante, el dólar ha caído en todo el mundo. Para el gerente de Inversión y Estrategia de Alianza Valores, Felipe Campos, este comportamiento se debe a que el mercado se está preparando para una eventual reducción de tasas de la Reserva Federal (FED). Durante ese mismo tiempo, la inflación del país gobernado por Joe Biden también ha ido en franca caída, convirtiéndose en fuerza principal de la devaluación del dólar. 

Un elemento secundario es que las monedas latinoamericanas se han valorizado aún más rápido que las divisas del resto del mundo en esos mismos 12 meses, lo que significa que la región le está ganando no solamente al dólar, sino al resto de monedas fuertes. Bajo estas condiciones, estaríamos hablando de un entorno ideal para que sucediera lo mismo en Colombia durante ese tiempo, cosa que no ocurrió.

¿Cuál fue la razón? De acuerdo con Campos, se trata del talante de los proyectos planteadas por Petro: fin a la exploración petrolera y las reformas pensional, laboral y de salud. Todo ello sumado generó un profundo clima de incertidumbre. 

Gustavo Petro – Ilustración Paula Acosta

“Generalmente, cuando el presidente es elegido, hay una especie de moderación donde dice ‘solo voy a hacer dos cosas de lo que prometí o voy a priorizar algunas’, pero Petro le dio prioridad a todo con este discurso de gobernar como lo prometió en campaña, entonces aumentó el grado de incertidumbre porque no se moderó una vez estuvo en el poder”, comentó Campos a Forbes.

Con respecto a las reformas, cabe tener en cuenta que el proyecto de salud tal como está costaría $6,7 billones adicionales al año en promedio durante la próxima década, representando 0,4% del PIB. Por su parte, la pensional se comería hasta tres puntos del PIB de forma permanente si obliga al traslado a Colpensiones del 80% de las cotizaciones y 90% de las personas afiliadas hoy al sistema. Según Velasco, tomar a casi todos los agentes que cotizan en las AFPs y pasarlos a Colpensiones le costaría al sistema el doble de lo que paga ahora.

A eso hay que sumarle los trinos del mandatario en los que jugó con la idea de control de capitales golondrina a tan solo dos meses de asumir la Presidencia, o los continuos conflictos entre sus ministros durante la primera parte del Gobierno, siendo tristemente célebres los desencuentros entre el ya mencionado Ocampo y la exministra de minas, Irene Vélez, acerca del futuro de la exploración petrolera.

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Todos esos elementos, que se vieron sobre todo en el primer semestre, explican la separación del precio del dólar y otros activos financieros en Colombia frente al resto de las monedas latinoamericanas. Mientras que estas últimas fueron las más fuertes del mundo, el peso colombiano fue el peor si no contamos al rublo ruso ni a la lira turca. 

“Se comenzó a decir que el tema de la nueva exploración se iba a ir midiendo según se dieran los resultados, por lo que ya no era una ley inamovible, sino que quedó sometida a evaluación (…) Hubo varios elementos que fueron una reducción de incertidumbre voluntaria, porque el gobierno redirigió parte de sus esfuerzos”, subrayó Campos.

En general en los temas macroeconómicos, la gran pregunta que sigue sin responder con claridad es hasta dónde va a ir el Gobierno Petro en su afán por financiar sus propuestas. El tema es sensible y, tal vez, uno de los más importantes para el futuro de Colombia, porque un desbalance fiscal excesivo podría dar al traste con la tranquilidad financiera de todos los colombianos.

Transición energética 

El otro tema sensible en la agenda de Gustavo Petro en este primer año de gobierno ha sido la transición energética. En términos estratégicos y globales, no se puede negar que es acertado y urgente realizar un cambio de matriz, reduciendo el uso de combustibles fósiles para implementar el desarrollo de las energías renovables.

El problema es que aún no hay un plan concreto para pasar a energías limpias, pues la exministra Vélez no logró terminar el informe que resolvería dicha cuestión, pensado para mayo de este año ¿Cómo lograrlo sin sacrificar los ingresos del petróleo, pero manteniendo la consciencia de que se nos acaba el tiempo para tomar acción? Esa fue otra de las preguntas que Petro declinó contestar al equipo de Forbes.

En ese sentido, si se analiza en detalle lo que se ha hecho, cabe mencionar que se ha avanzado en temas como las comunidades energéticas, que consisten en impulsar proyectos de energías renovables en zonas rurales y pequeños poblados. Dichos avances ya están planteados en el Plan Nacional de Desarrollo a través​ de la incorporación de fuentes no convencionales de energías renovables, la eficiencia energética y la actualización de la política minera para disminuir la dependencia de los combustibles fósiles.

¿Qué falta? Todo el proceso de reglamentación de la estrategia, según reveló a Forbes el exdirector ejecutivo de la Asociación de Energías Renovables de Colombia (SER Colombia), Germán Corredor.

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El experto señaló que hubo ciertos avances en la mirada general de las renovables, pero la gestión concreta de proyectos sigue trabada por todo el proceso de consultas y de licencia ambiental. Al respecto, sostuvo que esa parte no es responsabilidad de este gobierno ni del anterior, sino de cómo están las normas, que a su juicio son muy complejas y difíciles de cumplir.

En materia de combustibles fósiles, Corredor detalló que la propuesta del gobierno de no explorar más ni hacer nuevos contratos se ha cumplido, pero lo que también se ha hecho es impulsar esos contratos que estaban medio iniciados, pero ya firmados. 

Aquí es necesario volver a la duda inicial: ¿cómo mantener el petróleo y sus ingresos sin olvidar que se nos acaba el tiempo para actuar contra el cambio climático? La lógica en ese sentido es no hacer nuevos contratos y trabajar con los que tenemos vigentes mientras hacemos las sustituciones. Uno diría que eso es posible si, de esos 100 contratos que operan actualmente en el país, algunos resulten positivos y nuestras reservas no decaigan tanto, pero eso es muy incierto.

“Si logramos encontrar hidrocarburos con esos contratos que han firmado, pues seguramente sale bien librado el gobierno, pero si no se encuentran y las reservas empiezan a decaer, pues va a ser problemático hacia el futuro, sobre todo en los próximos 10 o 15 años”, añadió el experto. 

“Colombia es un país de recursos, pero todo tiene sus procesos por desarrollar y estamos apenas en los primeros pasos”

German Corredor, exdirector ejecutivo de SER Colombia

El panorama preocupa aún más al recordar el informe de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), que habla de reservas totales del país para 7,2 años antes de que sea necesario importar petróleo y gas del extranjero. Sin embargo, Corredor aclaró que “hay que leer ese número correctamente porque es engañoso”. Ese es un indicador que en la industria petrolera se conoce como la relación reservas-producción, que puede describirse como una fotografía instantánea de lo que hay en la actualidad.

¿Qué significa? En teoría, si seguimos produciendo al nivel actual de manera constante y no encontramos más reservas, nos mantendremos en los 7,2 años. No obstante, ninguno de los dos supuestos de ese indicador social es cierto, pues la producción no se mantiene constante porque los pozos petroleros declinan.

Al mismo tiempo, con los convenios que están firmados, a esos 7,2 años “nosotros le damos por lo menos 20 años con ese indicador cercano porque es fotográfico y sirve para decir que tenemos que trabajar, entonces debemos tratar de recuperar lo que producimos, pues con los 100 contratos vigentes que hay de exploración podemos seguir encontrando más y más y más petróleo que pueda extender esa cifra. Esa es la apuesta del gobierno”, de acuerdo con la hipótesis del analista.

Por otra parte, la idea del documento de la transición que Vélez dejó pendiente era poner sobre la mesa una idea fundamental para los planes del gobierno: Colombia puede usar todas las alternativas de energías limpias disponibles en la actualidad. Lo cierto es que las opciones son bien amplias, pues no se limitan a las ya conocidas eólica y solar, sino que se extienden al hidrógeno verde, biomasa, geotermia, mareomotriz e incluso la eólica marina. En esta última opción, la exministra dejó andando el proceso de adjudicación de áreas marinas para exploración, aunque es necesario recordar que explorar, identificar las potenciales y desarrollar un proyecto de este estilo puede tomar hasta 15 años.

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En hidrógeno verde no hay mucho que decir gracias a que Ecopetrol se ha centrado en impulsar específicamente esa alternativa en su intención de darle posibilidades a las energías renovables. Ahora, si analizamos el resto, una de las opciones interesantes es la biomasa, que se genera a partir de la combustión de materia orgánica. Si bien compite en el país, aún está ligeramente rezagada por la falta de avances tecnológicos que se necesitan para consolidarla. 

Aún más compleja es la geotermia, que se obtiene mediante el aprovechamiento del calor del interior de la Tierra. En ese caso particular también hay que echar a andar procesos de exploración, como en el petróleo, pues su funcionamiento depende de encontrar yacimientos de vapor, actividad que representa costos importantes. Hasta ahora, se ha perforado un solo pozo en Caldas por la Central Hidroeléctrica de Caldas (CHEC), en alianza con Ecopetrol y la estadounidense Baker Hughes. Ese proyecto representa la única información concreta de accesibilidad.

Con respecto a la mareomotriz, que se consigue con el movimiento de las mareas y está todavía más atrasada que el resto, las universidades del Valle, Antioquia y la Nacional de Medellín tienen en marcha varios proyectos que han avanzado en mostrar el potencial de analizar tecnologías que permitan la aplicación de esta energía renovable en el largo plazo. 

“Posibilidades tenemos, por supuesto. Colombia es un país de recursos, pero todo tiene sus procesos por desarrollar y estamos apenas en los primeros pasos”, concluyó el exdirector de SER Colombia.

A vuelo de pájaro, las cosas parecen estar avanzando para la administración Petro, principalmente por la capacidad del mandatario de separar con éxito sus complejidades internas de su triunfalismo en el exterior. Sin embargo, es evidente que su gobierno está obligado a pisar el acelerador para que su visión de Colombia como potencia mundial de la vida pase de ser una utopía a una realidad.

¿Y la paz total?

Otro de los proyectos bandera del presidente Petro en su primer año de gobierno ha sido la paz total, tema en el que también hay una brecha entre la percepción externa e interna a juicio de Mauricio Jaramillo Jassir, analista internacional de la Universidad del Rosario. Desde el punto de vista nacional, la gente no ve que haya avances, detonando la impaciencia de los colombianos en torno al proceso. Por el contrario, afuera se ve un proceso de paz más o menos homogéneo, así como a un gobierno tratando de negociar sobre todo con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). 

“Afuera tampoco se ven los matices del proceso, que son nuevos grupos paramilitares, el Estado Mayor Conjunto y el ELN, entonces creo que es normal que haya ese entusiasmo y ese respaldo, pues está el antecedente del proceso de La Habana, que funcionó con aval internacional desde el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la Celac, Noruega, Chile, Venezuela y Cuba”, dijo el analista internacional.

Por su parte, el comandante de las Fuerzas Militares, Mayor General Helder Giraldo, se refirió a avances como el decreto que ordena un cese al fuego bilateral y temporal con el ELN entre el 3 de agosto de 2023 y el 29 de enero de 2024, y destacó que “nosotros seguimos en la ofensiva a través de operaciones de acción decisiva contra todos estos grupos generadores de violencia”, aunque aclaró que “todos los lineamientos trazados por el gobierno nacional son de estricto cumplimiento”. 

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