El protagonismo de los líderes en esta época no tiene comparación; en sus manos está el logro de los objetivos de la compañía ¿Cómo un jefe tóxico puede ir en contravía con este plan?
En las últimas semanas ha circulado en las redes sociales un video en el que los jefes de una empresa en Ibagué, en Tolima, se comportan agresivamente e insultan a sus trabajadores. Las imágenes indignaron a cientos de personas, que vieron cómo este empresario apuntaba a la cabeza de uno de sus empleados, como si tuviera un arma en sus manos.
La polémica forzó la intervención del Ministerio de Trabajo que pocos días después de conocer el video abrió una investigación y clausuró temporalmente las empresas en cuestión.
Una cosa quedó clara tras el penoso episodio: la sociedad repudia el acoso y la hostilidad laboral. Las buenas maneras se imponen sobre el autoritarismo y el egocentrismo de algunos líderes, transformando la noción de que ‘ser mal jefe es la clave para el éxito’. Ese es un tipo de liderazgo tóxico que ya no quieren las personas ni las organizaciones.
“Tener un mal líder puede tener efectos perjudiciales en la organización en varios aspectos”, dice Alfredo Terlizzi, CEO y fundador de Workia, una tecnológica enfocada en la gestión de recursos humanos. Esto puede ir desde la desmotivación del personal, hasta orillarlos a la renuncia, lo que se traduce en una alta rotación para las empresas o -en su defecto- una reducción de la productividad de los empleados convertidos en ‘quiet quitters’.
Así lo reafirma Daniel González, experto con más de 25 años de trayectoria en RR. HH. en empresas como Vecol, Sanofi y Cemex, “hablar de un mal líder en una organización es, en esencia, hablar de la pérdida factores claves como la visión, propósito, dirección y afectación de resultados”.
Eso, hablando en cristiano, puede tener serias consecuencias para el desempeño de la empresa, en la medida en que se impacten los pilares fundamentales de la misma, lo que puede exacerbar la inconformidad de los colaboradores, generar al tiempo cuantiosos costos e incumpliemientos en las metas del negocio.

El profesor Gabriel Moreno, jefe del área de Psicología Organizacional de la Universidad Antonio Nariño, afirma que esa noción de líderes autoritarios e inflexibles está mandada a recoger, pues surgió en un contexto en que tenían una posición de ventaja frente a sus equipos, cosa que ha cambiado en los últimos años.
“La creencia de la eficacia de un líder autoritario es producto de la época en la cual solamente el jefe tenía acceso a la información y por tanto podía y le correspondía tomar las decisiones a su criterio, voluntad, conocimiento o capricho; por ejemplo, en el ámbito militar o en los albores de la segunda revolución industrial (principalmente), funcionaba de forma relativamente aceptable”, menciona.
Conforme la sociedad ha adoptado los cambios tecnológicos y sociales de las décadas recientes, se ha desplazado esta figura del líder autoritario para darle a lugar a unos jefes más flexibles, que ya no es el centro del vínculo, sino que pasa a ser una relación líder-liderado(s).
¿Cómo es el liderazgo tóxico?
En diálogo con Forbes, Diego Quijano, presidente de BDO Colombia, lamenta que tengamos que hablar de liderazgo tóxico hoy en día, cuando ya se han visto las implicaciones negativas de ello.
“La misma dinámica del mercado laboral va trazando unos nuevos comportamientos hacia donde se deben llevar las relaciones interpersonales y de allí también las laborales. Cuando nos referimos al liderazgo tóxico, desafortunadamente hablamos de unos hábitos que se presentan no solamente en compañías a nivel nacional sino a nivel internacional alrededor de actitudes y comportamientos sobre los cuales se quieren dirigir equipos de trabajo pensando en el ego y no en el beneficio común”, acota el ejecutivo.
No es complicado identificar a un mal jefe, solo basta con fijarse en un par de características comunes a todos ellos: son personajes arrogantes, egocéntricos, poco humildes, controladores, abusivos, antipáticos y reacios a las críticas.
“Actúan anti-éticamente, son profundamente incoherentes entre lo que pregonan y lo que hacen, alejan física y emocionalmente a los mejores trabajadores (por talento o compromiso), y como resultado de lo anterior, inciden negativamente en constructos como la cultura y el clima organizacional, el bienestar, el contrato psicológico y por supuesto, en la rentabilidad de la compañía”, añade el profesor Moreno.
El docente señala que estos comportamientos, en parte, están condicionados por factores no estrictamente de la organización, sino más bien de su historia de vida, entre ellos las experiencias de éxito. “Entiendo que esto puede sonar paradójico, pero en algunas personas, el “éxito” se convierte en una fórmula o recetario, que lógicamente no va a funcionar igual en otros escenarios. Dicho de otra forma, la pretensión de repetir la fórmula del éxito, es lo más cercano al fracaso”.
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Es un jefe que no escucha a su talento humano, que por tanto carece de una comprensión de las necesidades y competencias de quienes le rodean. “Un líder tóxico suele carecer de empatía hacia los problemas y preocupaciones de sus empleados. No muestra interés genuino en sus necesidades emocionales o profesionales”, dicen desde Workia. A la larga esto puede llevar a tratamientos hostiles y violentos como los observados en el video viral.
Todavía más problemático es que estás actitudes se propagan como plagas, configurando un ambiente nocivo para cualquier proyecto. Según Quijano de BDO Colombia, “el liderazgo tóxico es el enemigo principal de la creatividad y de la innovación”.
Para el experto en RR.HH., David González, sugiere que las empresas deberían hacerse unas preguntas sencillas frente al liderazgo tóxico y qué tan buen negocio es preservarlo: ¿quién merece soportar este tipo de liderazgo?; ¿debemos resignarnos a un líder que no inspira, sino que obstaculiza?; ¿quién desearía hacer negocios con una empresa de mala reputación y prácticas financieras deficientes?; ¿está dispuesta la organización a afrontar riesgos legales y jurídicos por un mal jefe?
Movidas estratégicas
Las organizaciones requieren un liderazgo flexible -hasta camaleónico en ocasiones- para librar con facilidad las batallas de un tornadizo mundo empresarial, en el que las exigencias del mercado obligan a las compañías a ser más humanas, sostenibles, digitales y tecnológicas. “El rol del líder hoy es más preponderante que nunca en la historia, la pandemia nos cambió la forma de hacer los negocios y llegó a detener las relaciones empresariales; por tanto, el líder tiene que ser un gestor del cambio”, sostiene Quijano.
David González lo resume en cuatro habilidades que ha denominado SORF: Seguridad, para liderar en tiempos de incertidumbre y tomar decisiones sólidas, que genere confianza; Optimismo, como una actitud que favorece la creatividad y que se extiende a sus equipos; Resiliencia, para retomar el camino pese a los obstáculos y mantener la motivación de sus empleados, y finalmente, Flexibilidad, ante la velocidad de cambio del mundo.

A ello suman desde Workia: los buenos líderes demuestran una mayor empatía y apoyo hacia los trabajadores; son capaces de sostener comunicaciones claras, abiertas y efectivas; reconocen el desempeño de sus equipos; fomentan la innovación y tienen una mentalidad de crecimiento propio y de su personal.
Estas cualidades no dependen solo de ellos, es imperioso que las empresas aporten en la construcción de ambientes propicios para liderar, esto “mediante la capacitación especialmente a los mandos medios; pero también le corresponde a la organización, estimular la autonomía; y al líder le corresponde entender que los valores, propósitos e intereses organizacionales no tiene por qué reñir con los valores, propósitos e intereses individuales y colectivos”, precisa el profesor Moreno.
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Para Marina Ierace, directora general de Cegid para América Latina, la tecnología puede ser una facilitadora de un mejor liderazgo. “Líderes con un alto aprovechamiento de las nuevas tecnologías, que estimulan a sus equipos a reflexionar sobre las oportunidades de reskilling o up-skilling, con capacidad de resiliencia frente a las disrupciones que les permite mantenerse competitivos en un mercado en rápida evolución, entre otras cuestiones, serán factores indispensables a la hora de transitar con éxito este contexto lleno de retos y transformaciones.”
Quijano de BDO Colombia sentencia que los líderes del futuro van a ser líderes digitales, pero también más conscientes de la gestión del riesgo, con una actitud proactiva frente a la sostenibilidad y más humanos, opacando cualquier rastro del liderazgo tóxico.
#NuestraRevista Este es un artículo publicado en nuestra edición de la revista Forbes Colombia de octubre. Si desea recibir esta información de primera mano en nuestra revista física, ingrese a https://forbesdigital.publica.la/library para suscribirse.