La universidad es el camino para superar las divisiones sociales y limitaciones históricas. ¿Cómo lograrlo en el contexto actual?

Soy el rector de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD, la más grande institución de educación superior pública del país, con acreditación institucional de alta calidad, más de un cuarto de millón de estudiantes y una oferta de programas a connacionales en Estados Unidos y Europa.

Inicio con esta precisión, para que el lector identifique desde qué orilla hablo, en razón del conflicto de interés que me surge frente a al tema que trataré.

Y lo hago en virtud de la complejidad que están viviendo las actuales sociedades del planeta frente al impacto que están causando los nuevos paradigmas de formación y de trabajo en la educación superior y la universidad. Ya no es un secreto que la universidad de hoy no puede ser la misma de hace unos largos años y que, inclusive, algunos ponen en duda con un claro sentido de objetividad, su efectividad e impacto, el modelo de enseñanza – clásica ha dejado de servir socialmente, las titulaciones, los programas de larga duración y la “utilidad” de sus contenidos para el mercado laboral ya no generan movilidad social efectiva.

Los hechos son categóricos. Gran parte del modelo educativo se ha orientado a replicar los mismos conocimientos impartidos a generaciones anteriores con poco valor agregado frente a lo que la sociedad y el mercado laboral esperan; la rapidez del mundo, el inmediato acceso a información web, la globalización a través de un clic, el autoaprendizaje, la aparición de proveedores educativos extranjeros o en línea, la sorprendente inteligencia artificial, y el afán de las nuevas generaciones por alcanzar un conocimiento que les permita habilitarse rápidamente para el empleo, han puesto contra la pared a la Universidad Convencional (como institución social) y le están obligando a replantear sus anacrónicos paradigmas.

Además, porque su gerencia cada vez es más desafiante. La población que era su demanda cautiva hace rato dejó de crecer de forma significativa y los potenciales jóvenes estudiantes se reducen en número; los trabajos operativos van siendo desplazados por la robotización y la automatización; los nuevos desarrollos se fundamentan en paradigmas y tecnologías que no todas las instituciones de educación superior implementan a tiempo, y las políticas públicas no logran articular armónicamente, por un lado, la relación público-privado y, por otro, gratuidad vs cobro de matrícula.

Hay que reconocerlo con humildad, y preocupación. La universidad como referente social no pasa por un buen momento. Hace pocos días se realizó en Brasilia, una nueva versión de la Conferencia Regional de Educación Superior CRES+5 donde líderes educativos de América Latina y el Caribe analistas, investigadores, estudiantes y académicos, diagnosticamos lo que pasa con la educación superior en América Latina y el Caribe (la verdad, no muy diferente de lo que sucede a nivel global), y el panorama es preocupante: más allá del reconocimiento teórico de la educación superior como un derecho, los Estados siguen sin cumplir sus compromisos fiscales con el financiamiento (Colombia intenta hacerlo, pero aún de forma muy parcial); la inclusión y la equidad siguen siendo una gran deuda; se avanza lentamente en el diálogo con la sociedad y con el mercado laboral; y las condiciones de los académicos (para su trabajo y reconocimiento salarial), siguen inquietando a la mayoría de académicos.  

Pero, es importante aclararlo, estos no son los principales retos de la universidad como organización e institución social, sino como mayoritariamente hace décadas, son expresiones hacia la defensa de intereses de grupos particulares a su interior. El cuestionamiento de fondo debe ser frente a sus prácticas formativas, sus nuevas apuestas e imaginarios en la investigación aplicada y la innovación como fuentes de desarrollo humano efectivo, llego la hora de autoevaluarse sobre como el fin visionario de una educación superior volcada en vanguardia a su función como propiciadora clave de movilidad social hoy es inminente y sin dilaciones.

Por el contrario, con o sin universidad, con o sin internet, redes sociales, aplicaciones, prácticas empresariales, cursos cortos, oferentes no universitarios y, en fin, las diversas modalidades de formación que van apareciendo, la educación desde y para lo superior sigue siendo una urgencia y una necesidad social cada día más vital, y en aumento.  

Lo que está en debate son las innovadoras dinámicas de la universidad como unidad formadora de conciencia crítica y articuladora social, y no el metalenguaje del conocimiento por el conocimiento que reproduce elites académicas endógenamente defensoras de sus propios intereses. 

También hay que reconocer que la universidad (la colombiana en nuestro caso), está en deuda con las acciones afirmativas, la inclusión, la cobertura en regiones a las que casi ningún centro educativo ha llegado y la incorporación de modelos innovadores, flexibles e híbridos que reconozcan las nuevas realidades y las expectativas de los jóvenes.

Pero, sobre todo, en los afanes por sobrevivir a un mercado educativo con nuevos proveedores cada vez más invasivo, las universidades no pueden apartarse de lo que les es propio: Su amor por hallar y comprometerse con la verdad, la investigación de avanzada, la mejora en las relaciones humanas, la sensibilidad y ética social y su apuesta por trazar caminos que permitan el crecimiento de la sociedad , con generación de nuevos conocimientos enfocados a la movilidad social y sus interrelaciones. 

Los países que trabajan la maquila perpetúan odiosas divisiones sociales y difícilmente progresan. La universidad es el camino para superar estas limitantes históricas y la vía para construir colectivamente un norte. La UNAD trabaja por ello. Seguramente ello podría explicar su reconocimiento internacional.

Por: Jaime Alberto Leal Afanador*
*El autor es rector de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (Unad).

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.   

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