Un propósito sin acción es solo ilusión. Cada vez más las redes sociales y los compromisos del día a día nos obligan a aplazar más cosas. ¿Qué hacer entonces?
Como si fuera una consigna, como la que nuestros padres y educadores nos recordaban, estoy seguro que usted, apreciado lector, mentalmente terminó el titular: “… lo que puedas hacer hoy”, con un recuerdo de cuando lo advirtió o se lo dijeron por un retraso, olvido, disculpa o pereza de terminar una tarea, consciente que no basta la sola expresión de la voluntad, decisión, u obligación, y que solo la obra concluida permite avanzar en los propósitos y metas esperadas.
“Al mal paso buena prisa”, o “el camino al infierno está lleno de buenas intenciones” son dichos que también expresan lo mismo. Un propósito sin acción es solo ilusión. Dilatar, ocultar, evadir o aplazar una tarea nos evita una presión, una posible incomodidad o una tensión hoy, pero es una deuda para el mañana, que a veces sale más cara que pagarla hoy.
Los analistas del comportamiento llaman a esto procrastinar, o la costumbre de no actuar a tiempo, por pereza, miedo, por falta de rigor y atención, o por distracción en otras cosas que creen más interesantes, aunque sean menos importantes.
Procrastinar es una práctica de personas desorganizadas, despistadas, sin voluntad, perezosas o sin objetivos claros ni prioridades en su día a día. Pasa mucho con adolescentes y profesionales que prefieren chatear por chatear, ver por impulso redes sociales, canalear la televisión, dormir más, vagar con amigos o dejar pasar el tiempo sin ver que este no regresa, en vez de responder proactivamente a una labor, oficio o profesión.
Casi todos (o todos) hemos procrastinado alguna vez, y millones de jóvenes y adultos viven encadenados a ello, tanto en el estudio o trabajo como en la vida personal y familiar: Por ejemplo, cuando prometemos algo a la pareja o a los hijos y no cumplimos a tiempo; cuando iniciamos una dieta, un ejercicio o un estudio y lo dilatamos hasta olidarlo; cuando empezamos a ahorrar para una meta, y usamos el dinero en otros gastos; cuando hay que vivir una situación incómoda, como solucionar una diferencia con alguien; cuando debemos pedir perdón; cuando debemos exponernos a una situación desconocida; o cuando tenemos que dedicar más tiempo a un trabajo, entre otros muchos.
Hay que ser proactivo y obrar rápido y efectivamente, más aún frente a lo que menor voluntad nos despierta. Esa actitud se entrena, como el cuerpo. Implica no distraerse, fijar rutinas, dedicar tiempos y valorar resultados. Como en el gimnasio: Quien nunca entrena sufre cuando, sin preparación, debe hacer una rutina. Eso implica dedicación, constancia y voluntad. Para no procrastinar hay que dejar para después lo que gusta y enfrentar el compromiso inmediatamente. Por ejemplo, apartarse del celular, limitar las cantidades y horas de comida, alejarse de las redes sociales y evitar todo lo que cause distracción o sirva de excusa para no atender los asuntos en el momento.
Lamentablemente, como el entorno da licencia para dilatar acciones, socialmente se ve “normal” llegar tarde, demorar la entrega de un trabajo, dar una excusa …. y no se advierte que eso hace perder tiempo, confianza, trabajo, procesos y resultados.
Si nos fijamos el propósito cumplir a tiempo las tareas, habrá más ganancias: Los otros confiarán más, nos tratarán con la misma seriedad y rigor que les demos, y cumplirán lo prometido. El trabajo en equipo será mejor y consolidaremos relaciones de gana – gana, y no de competencia. Habrá más crecimiento profesional, nuevas metas llegarán y los objetivos de vida se enriquecerán.
Pero si dispersamos la vida en cosas banales y miramos lo urgente pero no lo importante; si nos distraemos y no hacemos a tiempo las tareas; o si incumplimos, perdemos oportunidades, nos rezagamos en el estudio, nos limitamos a un pequeño grupo social, a que los conocidos desconfíen de nosotros o, incluso, a que la vida, la fortuna, la muerte, el destino… nos quiten la oportunidad de cerrar bien los ciclos con los seres queridos.
También hay procrastinación en los gobiernos y líderes cuando callan o distorsionan la verdad para evitar la confrontación ideológica argumentada y no actúan a tiempo aunque saben que hay que hacerlo. En su afán de no perder espacio político, ocasionan más costo económico y desconfianza social. Dan amnistías tributarias para quienes no pagan multas, lo que hace que la inversión se atrase; reversan impuestos y contribuciones de ciertos sectores, para evitar paros y confrontaciones, aunque aumente el déficit; evitan la intervención de la autoridad, porque eso hace perder el favor de parte del electorado; y dilatan procesos judiciales e investigaciones administrativas, para favorecer a uno u otro corrupto, deteriorando la confianza en lo público.
Como desafío y motivación, respetado lector, le invito a que identifique acciones que Usted, en su familia y en su trabajo, acostumbra a dilatar y analice cómo enfrentarlas inmediatamente. Los resultados y los sentimientos le indicarán que contrario al “no dejes para mañana”, un excelente consejo de vida es “llegar a mañana sin los pendientes de hoy”.
Por: Jaime Alberto Leal Afanador*
*El autor es rector de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (Unad).
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.
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