Después de 13 años de guerra civil, las fuerzas rebeldes triunfaron y esto derivó en el escape del presidente Bashar al-Assad. ¿Qué implicaciones tiene este nuevo panorama geopolítico?
Esta semana, el tema central en geopolítica fue el cambio de mando en Siria, con la victoria de las fuerzas rebeldes después de 13 años de guerra civil, lo que llevó al presidente Bashar al-Assad a escapar a Rusia. Uno de los detalles que más ha capturado la atención en este escenario fue la rapidez de la ofensiva de los grupos rebeldes, que en tan solo 12 días llegaron hasta Damasco, la capital del país, y depusieron a al-Assad.
Para dar un poco de contexto al conflicto, es necesario mencionar que la familia de Bashar al-Assad había mantenido el poder en Siria durante cincuenta años: primero con la presidencia de su padre, Hafez al-Assad, y luego, tras la muerte de este, con Bashar al-Assad. Siendo un régimen particularmente autoritario, la guerra civil comenzó precisamente en 2011, en medio del contexto de la “primavera árabe”, una serie de protestas que tuvieron lugar entre finales de 2010 y 2012 en diversos países árabes, contra diferentes dictadores y gobiernos, buscando mejores garantías y derechos para la población.
Algunas preguntas quedan pendientes. La primera, sin duda, es: ¿por qué lo que no pudieron lograr los rebeldes en 13 años lo consiguieron en 12 días? La respuesta está vinculada al contexto geopolítico global, con las tres fuerzas que respaldaban a al-Assad: Rusia, Irán y Hezbolá, cada una enfrascada en sus propios conflictos. El asunto se convirtió en un tema de recursos y prioridades, donde claramente Siria pasó a un segundo plano. Además, los rebeldes tardaron en unirse como una fuerza más cohesionada bajo el nombre de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que significa “Organización para Liberar Siria”.

La segunda gran pregunta es, ¿Quién queda al mando ahora? Abu Mohamed al-Jolani, líder de la coalición rebelde, ha invertido una buena cantidad de tiempo en rehacer su imagen pública, renunciando a sus lazos con Al-Qaeda y mostrándose como un líder más pluralista y tolerante. Sin embargo, se enfrenta a un país profundamente dividido desde el punto de vista étnico y religioso, por lo que el reto de establecer un gobierno estable no es menor. En este sentido, otra figura de confianza del líder ha emergido: Mohamad al-Bashir, quien fue nombrado jefe del gobierno de transición en Siria. Anteriormente, había sido el jefe del autoproclamado “gobierno de salvación” creado en 2017 en la provincia rebelde de Idlib, en el noroeste del país. Dicho gobierno de la provincia se había estructurado para proveer servicios a las comunidades aisladas del estado y cuenta con su propia estructura administrativa y de seguridad, por lo que se asume que será la base sobre la cual se establecerá el nuevo gobierno.
Adicionalmente, Turquía ha tomado territorio en la frontera norte, en operaciones contra las fuerzas kurdas sirias, por lo que las relaciones con este país probablemente serán uno de los primeros temas internacionales que el nuevo gobierno deberá atender, lo que también dará una referencia sobre su postura. Tampoco se debe olvidar la importancia estratégica de Siria en la región, lo que atraerá nuevamente el interés de otras fuerzas como Israel y Estados Unidos, que buscarán aumentar su esfera de influencia ante la reducción de la presencia rusa e iraní.
Por: Gregorio Gandini*
*El autor es fundador de Gandini Análisis, plataforma donde crea contenido de análisis sobre mercados financieros y economía. También es el creador del podcast Gandini Análisis y se desempeña como profesor en diferentes universidades en temas asociados a finanzas y economía.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia
Lea también: Incertidumbre en Corea del Sur: la ley marcial y sus repercusiones