Usted qué prefiere, ¿Ser un excelente doble famoso o un único e irrepetible ser, tal vez poco conocido?
“Yo me llamo” es uno de los realities más vistos en la televisión. En nuestro país lleva 10 temporadas y tiene una enorme acogida entre familias. El concurso es simple: Gana el participante que más fielmente imite, en todos los aspectos artísticos, a un cantante reconocido.
Es admirable el talento y la capacidad de adaptación de muchos de los concursantes (generalmente anónimos en el mundo musical) para hacer que su físico, su voz y sus gestos sean lo más parecidos a los del famoso intérprete escogido.Tras muchos años de consagración los más opcionados a ganar “viven en el cuerpo ajeno” de su artista, y quienes triunfan obtienen un gran premio económico y notoriedad en los medios de comunicación.
Detrás del premio de Yo me llamo hay disciplina, tenacidad, sueños y arduo trabajo de personas que ven en la imitación una forma de rendir tributo a su artista adorado y admirado, así como de poder vivir de esa forma, y no como un ciudadano del común. Son miles los aspirantes al concurso y millones quienes desearían hacerlo pero que (como pasa conmigo) no tienen los méritos histriónicos y una voz que pueda replicar fielmente a algún gran artista.
Pero hay otra mirada sobre esta apuesta de vida. La de quienes consideran que la existencia no debería consagrarse a ser una imitación de otro, sino que debería ser totalmente original. Es decir, que la grandeza de José Pérez (por citar cualquier nombre) no debería estar en imitar o llamarse Juan Gabriel (por citar un cantante famoso), sino en ser autónomamente José Pérez, un ser irrepetible. Al fin y al cabo, dicen, la vida es un tesoro único y todos somos diferentes por naturaleza.
¿Usted qué prefiere?: ¿Ser un excelente doble famoso o un único e irrepetible ser, tal vez poco conocido? Si tuviera que “imitar” a un gran personaje (no solo artístico, sino político, histórico, religioso, deportivo…), ¿Cuál sería este?
Hay que aclarar que una cosa es admirar y otra actuar exactamente como alguien. Yo, por ejemplo, admiro a Jesucristo, Mozart, Einstein, Spinoza, entre otros, quienes marcaron hitos en la historia de la humanidad, pero de ahí a tratar de ser un espejo de ellos me resulta particularmente imposible, bien por mi condición física, disposición de espíritu, nivel intelectual, contexto o voluntad. Además, porque pretender ser el “yo me llamo” de un gran personaje demanda ceder a las veleidades propias y asumir una rigurosa disciplina y entrenamiento que no todos podemos lograr.
En mi caso, si me preguntan a quién anhelo parecerme, responderé que a mí mismo, a Jaime Leal. No como una respuesta cómoda ni de vano orgullo sino, por el contrario, como una decisión propia de ser fiel, siempre, a mí mismo, a mi pensamiento, a mis principios, a mi palabra, a mis compromisos y, sobre todo, a mi proyecto de vida. Porque ser fiel a sí mismo obliga ser coherente entre lo que se quiere, se piensa, se planea y se actúa, aunque esto no siempre sea llamativo para la farándula.
Intentar brillar por luz propia y no por el reflejo de otros también es una labor extremadamente exigente. Implica construir un proyecto único y de valor social; viviendo, de paso, con los dolores, sufrimientos, dramas y remordimientos propios. Conlleva a apostar por decisiones de vida que no siempre son populares, y a superar errores. Y también, porque obliga a superarse en el éxito y en las metas propias, en la entrega y el cariño a los seres queridos, y en la disciplina necesaria para sostener una debida coherencia.
Para mí, la elección entre ser reconocido como el “mejor doble” de un famoso o ser solo conocido para unos pocos y alguien que día a día lucha por ser fiel a sí mismo, claramente se inclina por la segunda opción, así en la soledad de mi hogar o con mi familia pretenda ser el mejor cantante del mundo. Esa decisión mía implica, también, asumir recuerdos y frustraciones, pero también sueños, capacidades, e ilusiones, que son míos, de nadie más, y sin límite para mi crecimiento y aporte.
Sea cual sea la opción por la que nos inclinemos, lo claro es que el éxito, la satisfacción y la tranquilidad deseados, solo son producto de la disciplina, del trabajo, de la consistencia y de la coherencia de cada uno con su propio yo.
Y usted, ¿Como quién se llama?
Por: Jaime Alberto Leal Afanador*
*El autor es rector de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (Unad).
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.
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