La fatiga estratégica no es un precio inevitable del progreso. Es una señal de que ha llegado el momento de liderar con más sabiduría, más foco y más seguridad psicológica. ¿Cómo abordarla?

Hace unos años, ser una organización ágil era un diferenciador. Hoy, en un entorno caracterizado por disrupciones tecnológicas, cambios en el mercado y presiones sociales, adaptarse rápidamente es una expectativa básica. Sin embargo, existe un costo oculto que pocos líderes reconocen a tiempo: la fatiga estratégica.

En un reciente estudio de Harvard Business Review, el 85% de los líderes encuestados admitieron haber lanzado múltiples iniciativas de transformación en los últimos cinco años. Aunque la intención es positiva —innovar, crecer, no quedarse atrás—, el efecto acumulativo de cambios estratégicos constantes, mal comunicados o sin un hilo conductor claro, está generando un agotamiento organizacional que mina el compromiso, la productividad y la confianza en la dirección de las empresas.

La fatiga estratégica no es lo mismo que el desgaste operativo que sentimos frente a cambios de procesos o de herramientas. Es más profunda. Se manifiesta cuando el norte estratégico de una organización cambia tan frecuentemente que los colaboradores comienzan a desconfiar de la visión de futuro, a dudar del valor de sus esfuerzos y, en el peor de los casos, a desconectarse emocionalmente del propósito colectivo.

¿Qué es realmente la fatiga estratégica?

La fatiga estratégica ocurre cuando las organizaciones inician transformaciones de manera tan frecuente, inconsistente o mal priorizada que agotan la capacidad adaptativa de sus equipos. Es la sensación de remar con fuerza en una dirección, solo para ser obligados a cambiar de rumbo antes de llegar a puerto. Es trabajar en proyectos que, a mitad de camino, pierden patrocinio o relevancia. Es invertir energía en estrategias que no se sostienen el tiempo suficiente para madurar.

Cuando la estrategia cambia más rápido de lo que las personas pueden adaptarse —o incluso comprender—, el resultado no es mayor agilidad: es parálisis, cinismo y agotamiento.

¿Por qué hoy estamos más expuestos que nunca?

La aceleración digital, el auge de la inteligencia artificial, la presión de los accionistas y la dinámica de mercados globalizados han creado un contexto en el que moverse rápido es necesario. Sin embargo, el problema surge cuando la velocidad supera la claridad.

Un estudio de McKinsey reveló que el 70% de los proyectos de transformación fracasan en alcanzar sus objetivos estratégicos, muchas veces debido a un exceso de cambios simultáneos y a una falta de enfoque real. Además, investigaciones recientes en comportamiento organizacional muestran que el solo anticipar cambios frecuentes genera aumentos significativos en los niveles de estrés y burnout entre los empleados.

Hoy más que nunca, la incapacidad de sostener una dirección clara durante el tiempo suficiente para obtener resultados tangibles está cobrando una factura emocional y estratégica.

¿Cómo saber si tu organización sufre de fatiga estratégica?

Algunas señales de alerta incluyen:

  • Iniciativas estratégicas que se abandonan o reemplazan antes de completarse.
  • Equipos que muestran apatía o escepticismo frente a nuevos anuncios estratégicos.
  • Un discurso organizacional saturado de “nuevos comienzos” pero escaso en “finalizaciones exitosas”.
  • Caída progresiva en la confianza hacia el liderazgo.
  • Fatiga emocional generalizada, incluso entre los empleados de alto desempeño.

Cuando estas señales se combinan, el talento crítico comienza a desconectarse —y, muchas veces, a buscar oportunidades fuera de la organización.

Estrategias para prevenir y revertir la fatiga estratégica

La buena noticia es que la fatiga estratégica no es inevitable. Se puede prevenir —y revertir— mediante un liderazgo más consciente y disciplinado. Algunas prácticas esenciales incluyen:

  1. Criterios claros para lanzar iniciativas: Antes de embarcarse en un nuevo proyecto estratégico, evalúe rigurosamente su alineación con la visión de largo plazo y su viabilidad real. No toda buena idea merece ser una prioridad inmediata.
  2. Priorización basada en datos, no en modas, ni tendencias del momento: Utilice herramientas objetivas como el modelo RICE (Reach, Impact, Confidence, Effort) para decidir qué iniciativas tienen el mayor potencial de valor.
  3. Portafolio único y visible de proyectos estratégicos: Centralizar el seguimiento de todas las iniciativas en curso permite identificar solapamientos, dispersión de recursos y frentes abiertos innecesarios.
  4. Política de “una entra, una sale”: Cada vez que se apruebe un nuevo proyecto estratégico, se debe concluir o cancelar otro. Esto preserva el foco y evita la sobrecarga crónica.
  1. Comunicación clara, honesta y continua: No basta con anunciar cambios: hay que explicar el “por qué”, el “para qué” y el “qué pasará después”, reconectando siempre las iniciativas con el propósito superior de la organización.
  2. Liderar con propósito en tiempos de transformación: La agilidad es crucial. Pero la verdadera ventaja competitiva no está en cambiar constantemente, sino en saber qué cambios sostener. En tiempos de incertidumbre, los líderes que se atreven a priorizar, a decir “no” a lo superfluo, y a guiar a sus equipos con claridad, propósito y paciencia estratégica, serán quienes construyan organizaciones resilientes y sostenibles.

En definitiva, no ganan las empresas que más se mueven: ganan las que mejor entienden hacia dónde vale realmente la pena seguir moviéndose.

La fatiga estratégica no es un precio inevitable del progreso. Es una señal de que ha llegado el momento de liderar con más sabiduría, más foco y más seguridad psicológica. 

Por: Blanca Mery Sánchez
*La autora es máster en neurociencia aplicada al alto rendimiento y la felicidad, escritora, conferencista y directora de la compañía Mente Sana.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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