Colombia no necesita un mesías, necesita un arquitecto. El próximo presidente no puede llegar a improvisar con discursos ideológicos, sino con planes de largo aliento: infraestructura competitiva, justicia eficiente, impuestos justos y una revolución educativa real.
Colombia no necesita un mesías, necesita un arquitecto. En tiempos en que la improvisación política es premiada por la emoción del momento, vale la pena volver la mirada a líderes que transformaron naciones desde la ruina hasta la prosperidad con visión, disciplina y carácter. Uno de los más emblemáticos es Lee Kuan Yew, fundador de Singapur, cuya vida y pensamiento son analizados por Henry Kissinger en Líderes: Estrategias de liderazgo para un mundo complejo. Su ejemplo encarna al tipo de presidente que Colombia necesita.
Cuando Lee asumió el poder en 1959, Singapur era una isla empobrecida, sin recursos naturales, dividida por tensiones étnicas y con un futuro incierto. Pero en menos de una generación, se convirtió en uno de los países más prósperos y estables del mundo. En 1960, el ingreso per cápita en Singapur era de apenas US$428. Para 1990, al finalizar su mandato como primer ministro, esa cifra había escalado a más de US$11.000, según datos que Kissinger resalta. Hoy supera los US$60.000. ¿Cómo lo logró?
Primero, Lee entendió que el desarrollo no se decreta: se construye. A diferencia de líderes populistas que prometen eliminar la pobreza sin tocar las raíces del atraso, él creó un sistema basado en meritocracia, educación técnica, seguridad jurídica y tolerancia cero con la corrupción. Su mensaje era claro: “No prometo igualdad de resultados, pero sí igualdad de oportunidades”.
Colombia, con una economía informal que supera el 55%, instituciones debilitadas por la politiquería, y una percepción de corrupción que erosiona la confianza ciudadana, necesita un liderazgo que piense más como estadista que como candidato. El próximo presidente no puede llegar a improvisar con discursos ideológicos, sino con planes de largo aliento: infraestructura competitiva, justicia eficiente, impuestos justos y una revolución educativa real.
Lee Kuan Yew solía decir que prefería ser temido por su eficiencia que amado por sus discursos. Kissinger lo describe como un líder que “no buscó ser popular, sino respetado”. Colombia, donde cada elección parece girar en torno al carisma y no a la capacidad, necesita romper ese ciclo. No necesitamos otro caudillo, sino un reformador radical con visión técnica y política.
La transformación de Singapur no fue solo económica. Fue moral. El servicio público se convirtió en sinónimo de excelencia y transparencia. Se establecieron salarios competitivos para evitar la corrupción, pero también se castigó con dureza el abuso del poder. Hoy, el país ocupa los primeros lugares en los rankings de competitividad y confianza institucional. ¿Por qué no aspirar a eso?
Colombia no tiene que imitar el modelo asiático, pero sí adoptar su mentalidad: una combinación de pragmatismo, planeación y sentido de nación. Como escribió Kissinger, Lee fue “el prototipo del líder que entiende el poder no como un fin, sino como una responsabilidad con la historia”. Colombia necesita, más que nunca, un presidente con ese mismo compromiso.
Por: Mauricio Sáenz*
*El autor es CEO de Rentek.
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