El ecosistema fintech lleva poco más de 10 años desarrollándose en Colombia. Esto es lo que he aprendido en una década de trabajo para ampliar el acceso a crédito en el país.
Hace solo 10 años el sistema financiero colombiano se veía muy distinto. Por ese entonces un puñado de personas dábamos los primeros pasos en la creación de productos financieros digitales, un fenómeno que hoy se ha convertido en un ecosistema vigoroso que ya cuenta con más de 300 empresas dedicadas a la innovación financiera en el país.
Con las nuevas maneras de hacer las cosas han venido nuevos aprendizajes sobre el sistema financiero, sus usuarios y el gran reto de la inclusión financiera. Y este texto, que pretende recoger algunos de esos aprendizajes en el contexto de los productos de crédito digitales en Colombia, es solo un pequeño aporte a la discusión de cara al futuro.
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En primer lugar, quisiera mencionar el hecho de que a esta altura los mecanismos alternativos para ampliar el acceso a crédito ya han sido comprobados. Lo que comenzó como una apuesta por desarrollar modelos de evaluación de riesgo más incluyentes, capaces de llegar a segmentos más amplios y diversos de la población, es hoy en día uno de los vehículos más potentes para que las personas y las mipymes del país puedan financiar su progreso.
A través de los modelos de evaluación de riesgo alternativos nacidos en la esfera fintech, miles de colombianos con poco historial crediticio, con puntajes de crédito bajos o con reportes negativos ante centrales de riesgo, han podido acceder a financiación. Y en el proceso han redibujado el umbral de quienes potencialmente pueden convertirse en sujetos de crédito: quienes no son sujetos para los modelos tradicionales, pueden sí serlo cuando son evaluados con modelos alternativos.
En segunda instancia he aprendido que los llamados “mala paga” solo necesitan una segunda oportunidad para dejar de serlo. Ampliar el acceso a crédito a segmentos tradicionalmente desatendidos no tendría sentido si el comportamiento de pago de los nuevos sujetos de crédito no fuera bueno. Pero la realidad es que lo es. Y que esa antipática etiqueta, cargada incluso a veces por responsabilidad de otra persona, no es indeleble.
Prestar dinero es un asunto de confianza, y en mi experiencia, abrirle las puertas del crédito a las personas que las han tenido cerradas despierta una actitud de alta reciprocidad, propicia para el buen comportamiento de pago. En el caso de Lineru, donde el 70% de las personas que han obtenido un crédito tenían reportes negativos o no tenían ningún historial, el porcentaje de los créditos que no se pagan es igual, y en algunos segmentos menor, que el promedio de la banca tradicional.
Lo tercero que con los años me resulta claro es que se deben crear y promover más puntos de entrada al sistema financiero a través de experiencias crediticias. La inclusión financiera solo existe en la medida en la que haya acceso a productos de crédito, pues las cuentas bancarias como medida de los reportes de inclusión financiera no es suficiente para movilizar la economía de las personas y las mipymes colombianas.
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En su lugar, algunas plataformas de crédito alternativo y sus productos de crédito de entrada han demostrado ser un buen punto de partida para que segmentos de usuarios cada vez más diversos construyan historial y experiencia en la gestión del crédito, para eventualmente “graduarse” a otro producto crediticio que les ofrezca montos más altos para conseguir metas más grandes.
En cualquier caso, la clave está en que estos puntos de entrada ofrezcan modelos responsables y sostenibles que posibiliten una experiencia que invite a los usuarios a volver. Lograrlo implica, entre otras cosas, la capacidad de asignar montos responsables según la capacidad de pago de los nuevos sujetos de crédito; la implementación de mecanismos para evitar espirales de deuda; y procesos de educación financiera para seguir buenas prácticas en la gestión del crédito.
Finalmente, no quisiera terminar sin mencionar la relación entre las entidades financieras tradicionales y las compañías fintech del país. A pesar de lo mucho que se ha escrito y se ha dicho sobre el tema, después de 10 años trabajando junto a ellas desde una plataforma fintech estoy convencido de que estamos ante una relación en la que la colaboración y las alianzas prevalecen sobre la competencia. Las experiencias colaborativas entre jugadores de ambos frentes abundan hoy en día. Y quizá, en el potencial de trabajar juntos en los próximos años, estamos por descubrir el mayor aprendizaje de todos.
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LinkedIn: Tarek El Sherif
*El autor es cofundador de Tangelo, fintech especializada en dar soluciones digitales de crédito con alianzas estratégicas en ecosistemas cerrados.
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